domingo, 30 de junio de 2013

CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO Y LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS

Decreto

Con el que se añade el nombre de San José en las Plegarias eucarísticas II, III y VI del Misal Romano.

En el paterno cuidado de Jesús, que San José de Nazaret desempeñó, colocado como cabeza de la Familia del Señor, respondió generosamente a la gracia, cumpliendo la misión recibida en la economía de la salvación y, uniéndose plenamente a los comienzos de los misterios de la salvación humana, se ha convertido en modelo ejemplar de la entrega humilde llevada a la perfección en la vida cristiana, y testimonio de las virtudes corrientes, sencillas y humanas, necesarias para que los hombres sean honestos y verdaderos seguidores de Cristo. Este hombre Justo, que ha cuidado amorosamente de la Madre de Dios y se ha dedicado con alegría a la educación de Jesucristo, se ha convertido en el custodio del tesoro más precioso de Dios Padre, y ha sido constantemente venerado por el pueblo de Dios, a lo largo de los siglos, como protector del cuerpo místico, que es la Iglesia. 

En la Iglesia católica, los fieles han manifestado siempre una devoción ininterrumpida hacia San José y han honrado de manera constante y solemne la memoria del castísimo Esposo de la Madre de Dios, Patrono celestial de toda la Iglesia, hasta tal punto que el ya Beato Juan XXIII, durante el Sagrado Concilio Ecuménico Vaticano II, decretó que se añadiera su nombre en el antiquísimo Canon Romano. El Sumo Pontífice Benedicto XVI ha querido acoger y aprobar benévolamente los piadosos deseos que han llegado desde muchos lugares y que ahora, el Sumo Pontífice Francisco ha confirmado, considerando la plenitud de la comunión de los santos que, habiendo peregrinado un tiempo a nuestro lado, en el mundo, nos conducen a Cristo y nos unen a Él. 

Por lo tanto, teniendo en cuenta todo esto, la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, en virtud de las facultades concedidas por el Sumo Pontífice Francisco, gustosamente decreta que el nombre de San José, Esposo de la Bienaventurada Virgen María, se añada de ahora en adelante en las Plegarias Eucarísticas II, III y IV de la tercera edición típica del Misal Romano, colocándose después del nombre de la Bienaventurada Virgen María, como sigue: en la Plegaria eucarística II: «ut cum beáta Dei Genetríce Vírgine María, beáto Ioseph, eius Sponso, cum beátis Apóstolis»; en la Plegaria eucarística III: «cum beatíssima Vírgine, Dei Genetríce, María, cum beáto Ioseph, eius Sponso, cum beátis Apóstolis»; en la Plegaria eucarística IV: «cum beáta Vírgine, Dei Genetríce, María, cum beáto Ioseph, eius Sponso, cum Apóstolis». 

Por lo que se refiere a los textos redactados en lengua latina, se deben utilizar las fórmulas que ahora se declaran típicas. La misma Congregación se ocupará de proveer, a continuación, la traducción en las lenguas occidentales de mayor difusión; la redacción en otras lenguas deberá ser preparada, conforme a las normas del derecho, por la correspondiente Conferencia de Obispos y confirmada por la Sede Apostólica, a través de este Dicasterio. 

No obstante cualquier cosa en contrario. 

Dado en la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, el día 1 de mayo del 2013, memoria de San José Obrero. 

Antonio, Card. Cañizares Llovera 

Prefecto 

+ Arturo Roche 
Arzobispo Secretario

sábado, 29 de junio de 2013

PERDONAR CUANDO NO HAY RECONCILIACIÓN




Negarse a perdonar puede ser infinitamente peor que cometer un crimen, porque éste último podría ser un acto impulsivo en un momento de acaloramiento, mientras que lo primero es una decisión fría y calculada del corazón.


Cuando se ama, uno ve todo lo que es bueno, todo lo que es de Jesucristo en otras personas. Dios ve a su Hijo en nosotros. Por eso nosotros debemos ver sólo a Cristo en los demás, y amarlos. Nunca puede haber suficiente amor. Nunca se puede pensar bastante en el amor. San Juan de la Cruz dijo que donde no hay amor, trae el amor, y obtendrás amor.

jueves, 27 de junio de 2013

LOS MANDAMIENTOS

Los mandamientos
Nuestro Señor Jesucristo ha enseñado que para salvarse es necesario cumplir los mandamientos.  Cuando el joven rico le pregunta: “Maestro, ¿que he de hacer yo de bueno para conseguir la vida eterna?” Jesús responde primero invocando la necesidad de reconocer a Dios como el único Bueno, como el Bien por excelencia y como la fuente de todo bien.  Luego Jesús le declara: “Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos”.  Y cita a su interlocutor los preceptos que se refieren al amor del prójimo: “No matarás, no cometerás adulterio, no robaras, no levantarás testimonio falso, honra a tu padre y a tu madre”.  Finalmente, Jesús resume estos mandamientos de una manera positiva: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.


Los diez mandamientos enuncian las exigencias del amor de Dios y del prójimo. Los tres primeros se refieren más explícitamente al amor de Dios y los otros siete al amor del prójimo (Catecismo, 2067).  Sin embargo, el Decálogo forma una unidad indisociable.  No se puede honrar a otro hombre sin bendecir a Dios su Creador, ni se puede adorar a Dios sin amar a todos los hombres que son sus criaturas (cfr.  Catecismo, 2069).

miércoles, 26 de junio de 2013

PERDÓN EN EL MATRIMONIO

El perdón
Hay una dura ley que dice que, cuando hemos sufrido una herida profunda, no podremos reponernos hasta que hayamos sabido perdonar.

Cuando me piden mi consejo para un matrimonio que tiene problemas, siempre digo: Ora y perdona. Y al joven proveniente de un hogar donde prevalece la violencia, digo: Ora y perdona. Una y otra vez, incluso a la madre soltera que carece de apoyo familiar: Ora y perdona. La madre Teresa

Se ha visto una y otra vez que a menos que marido y mujer se perdonen a diario, el matrimonio puede convertirse en un infierno. También he visto que aún los problemas más difíciles a menudo se resuelven mediante tres palabras: “Lo siento. ¡Perdóname!”

Puede ser difícil pedirle perdón al cónyuge. Requiere humildad y la admisión de las propias debilidades y fallas. Más esto es justamente lo que hace que el lazo matrimonial sea sano y fuerte, que los cónyuges vivan en mutua humildad, plenamente conscientes de su dependencia interior uno del otro.

“convivir en el perdón de los pecados,” porque sin perdón ninguna comunidad humana, y menos aún el matrimonio, puede sobrevivir: “No insistan en sus derechos, no se culpen uno al otro, no juzguen ni condenen, no busquen fallas, sino acéptense el uno al otro tales como son, y perdónense diariamente el uno al otro de todo corazón.”

Son tantas las parejas que duermen en la misma cama y comparten la misma casa, pero que por dentro están distanciados porque han levantado una muralla de resentimientos entre sí. Los ladrillos de esta pared pueden ser muy pequeños – un aniversario olvidado, un malentendido, una reunión de negocios que tenía prioridad sobre una
excursión familiar planeada tiempo atrás. Las mujeres se erizan cuando sus maridos tiran la ropa al piso en vez de echarla en el canasto, y a los maridos no les cae bien que sus esposas les recuerden que ellas también han estado trabajando todo el día.

Muchos matrimonios se salvarían sencillamente con darse cuenta que los seres humanos somos imperfectos. Con demasiada frecuencia se presume que en un “buen” matrimonio no hay discusiones ni desacuerdos.

Pero ésta es una expectativa ilusoria, por lo cual al poco tiempo se desilusionan y se separan, alegando motivos de incompatibilidad. La imperfección humana hace que cometamos errores y nos hiramos uno al otro, muchas veces sin quererlo ni saberlo. La única solución garantizada, infalible, que se ha encontrado en la vida ha sido el perdonar – hasta setenta veces siete en un día si es necesario – y orar.

Una vida de oración activa mantiene a la pareja enfocada en Dios, y así protege su unidad. C. S. Lewis escribe: Perdonar las continuas provocaciones de todos los días, seguir perdonando a la suegra mandona, al marido tirano, a la esposa regañona, a la hija egoísta, al hijo mentiroso, ¿cómo podemos lograrlo? Únicamente, creo yo, recordando nuestra propia situación, y tomando en serio la oración diaria: “Perdona nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden.” Ésta es la única condición bajo la cual se nos ofrece el perdón. Rechazar el perdón es rechazar la misericordia de Dios para con nosotros mismos. No hay excepciones, ni por asomo. Lo que Dios dice, lo dice en serio.

El amor de Jesucristo reconcilia y perdona, mientras que los que se divorcian y vuelven a casarse cierran la puerta a la posibilidad de una futura reconciliación. Aunque las circunstancias dicten una separación transitoria, el amor leal es el único camino hacia la restauración de la unidad matrimonial.

El enorme abuso de confianza que es la infidelidad puede llevar años para sanar. Ambos deben empeñarse en recuperar la confianza mutua para que el matrimonio se pueda restaurar.


domingo, 23 de junio de 2013

EL PERDÓN EN LA VIDA DIARIA

Mucha gente nunca tendrá que decidir si puede o no puede perdonar a un asesino. Pero todos se enfrentan a diario, quizás muchas veces en un solo día, con la necesidad de perdonar al esposo o esposa, a los hijos, a los compañeros de trabajo. Y esta tarea no es menos importante.

“El árbol venenoso”, William Blake nos demuestra como el resentimiento más pequeño puede florecer y producir un fruto mortal.

Yo estaba enojado con mi amigo:
expresé mi enojo; mi enojo se acabó.
Yo estaba enojado con mi enemigo:
me quedé callado, y mi enojo creció.
Y lo irrigué con temores,
de noche y en la mañana, con mis lágrimas;
lo puse al sol con sonrisas,
y con suaves, engañosas astucias.
Creció día y noche,
hasta que dio una manzana;
mi enemigo la vio relucir un día,
y supo que era mía.
En mi jardín se metió
cuando la noche el tronco veló:
Contento hallé por la mañana,
estirado bajo el árbol, a mi enemigo.

Las semillas del árbol de Blake son los pequeños rencores de la vida diaria. Si caen en corazón fértil, crecerán, y si se cuidan y nutren, adquirirán vida propia. Puede que al principio sean pequeños, aparentemente insignificantes, apenas perceptibles; no obstante hay que sobreponerse a ellos. Blake nos enseña en los primeros dos versos qué fácil es: Tenemos que hacerle frente a nuestro enojo y arrancarlo de raíz antes de que pueda crecer.

Es menos difícil perdonar a un desconocido que a una persona conocida que goza de nuestra confianza. Por eso es tan difícil sobrellevar el desengaño cuando hemos sido traicionados por compañeros o amigos íntimos que conocen nuestros pensamientos más profundos, nuestras idiosincrasias y flaquezas humanas; cuando se tornan contra nosotros, nos dejan atolondrados.

Muy pocas disputas tienen un solo lado. Pero en nuestro orgullo vemos únicamente los pecados de los demás y cerramos los ojos ante las faltas propias. A menos que seamos capaces de humillarnos, no podremos nunca perdonar ni ser perdonados. Esta humillación es dolorosa, pero forma parte inevitable de la vida. El perdón nos permite ir más allá del
dolor, sin negar su realidad, para alcanzar la alegría que nace del amor.

No hay manera en que podamos gozar de una vida plena a menos que estemos dispuestos una y otra vez a sufrir, a soportar la depresión y la desesperación, el miedo y la ansiedad, la angustia y la tristeza, el enojo y la agonía de perdonar, la confusión y la duda, la crítica y el rechazo. Una vida carente de estas agitaciones emocionales será inútil, no solamente para nosotros mismos, sino también para los demás. No podemos sanar si tratamos de evitar el sufrimiento.

La verdadera comunidad, ya sea con el cónyuge o en la familia, con los hermanos y hermanas espirituales, o con los compañeros y amigos, exige que revelemos nuestras almas los unos a los otros. C.S. Lewis va más allá y dice que “amar significa ser vulnerable. Fuera del cielo, no hay lugar donde se está completamente a salvo de los peligros y perturbaciones que trae consigo el amor.”

Ya hemos visto adonde nos lleva el cultivar pequeñas rencillas. Ese cultivo casi siempre toma la forma del chisme. Nos quejamos de nuestras heridas para que nos tengan lástima, echando leña al fuego y difundiendo nuestros rencores aún más. Si echamos un vistazo a la sociedad de hoy, a nuestros hogares y escuelas, a los hospitales y a las iglesias, a las oficinas y a las fábricas, es fácil ver los efectos devastadores del chisme: las horas de trabajo perdidas y la disminución de la productividad, la tensión nerviosa y el agotamiento, hasta el suicidio.

¿Cómo se puede vencer este mal?


Por difícil que sea, la única forma de deshacernos del enojo y liberarnos de los sentimientos reprimidos de una manera honesta es hablar franca y directamente.

viernes, 21 de junio de 2013

RESENTIMIENTO Y AMARGURA

Resentimiento 
El hombre que opta por la venganza debe cavar dos tumbas. Proverbio chino

Aunque justicia sea lo que reclamas, considera que a ninguno de nosotros bastará la justicia para salvarse. Todos te suplicamos piedad, y es la súplica misma la que nos enseña a practicar clemencia. William Shakespeare “el mercader de Venecia”, acto iv, escena 1ª

El perdón es el camino hacia la paz y la felicidad. También es un misterio, y a menos que lo busquemos, permanecerá oculto de nosotros.

En realidad, ¿qué significa el perdón? C. S. Lewis dice que no se trata solamente de ecuanimidad humana, sino de excusar hasta lo que no tiene disculpa. Y más aún. Cuando excusamos a alguien, hacemos caso omiso de su error sin exigir pena ninguna. Cuando perdonamos, no solamente perdonamos una falla o un pecado, sino que abrazamos al pecador y buscamos rehabilitarlo y restaurarlo. Puede que no siempre sea aceptado el perdón ofrecido, pero una vez extendida la mano, desaparecen los resentimientos.

Puede que siempre vamos a sentir una herida muy honda, pero no usaremos el propio dolor para infligir más dolor a otros. Cuando revivimos un recuerdo negativo, llevando cuenta de ofensas que se nos han causado, el recuerdo se convierte en rencor. No importa si la causa del rencor es real o imaginada, su veneno nos carcome poco a poco hasta que se derrama y corroe todo lo que nos rodea.

Todos hemos conocido a personas amargadas. Tienen una memoria extraordinaria para los más insignificantes detalles, se consumen en quejarse y se ahogan en resentimientos. Llevan cuenta minuciosa de las ofensas sufridas, y siempre están listos para demostrar a los demás cuánto han sido ofendidos. Por fuera aparentan tranquilos y serenos, pero por dentro revientan de su odio reprimido. Estas personas constantemente defienden su indignación. Sienten que el hecho de haber sido heridas tan profunda y frecuentemente les exime de la obligación de perdonar. Pero son precisamente estas personas las que más necesitan perdonar. A veces tienen el corazón tan lleno de rencor que ya no hay capacidad para amar.

La amargura no es sólo una perspectiva negativa de la vida es un pecado. El aferrarse a rencores contra otra persona tiene un efecto desastroso para el alma. Abre las puertas al mal y nos deja vulnerables a pensamientos homicidas. Además le quita todo el poder a la oración. Por eso es que Cristo nos ordena a resolver nuestras diferencias con los demás antes de “presentar nuestra ofrenda al altar”. Podemos orar el día entero, pero si guardamos rencores la puerta de Dios permanecerá cerrada. La amargura destruye el alma y es capaz de destruir el cuerpo también.

Las heridas que causa el abuso sexual llevan años en sanar; en muchos casos dejan cicatrices permanentes. Sin embargo, no es inevitable que resulten en una vida atormentada o en el suicidio. Pero sí significa que se debe tomar una decisión consciente de dejar de odiar, porque el odio no ayuda nunca. Como un cáncer, el odio se extiende a través del alma hasta destruirla por completo.

martes, 18 de junio de 2013

LA IGLESIA PERMITIÓ EN ORIENTE LA ORDENACIÓN PRESBITERAL DE PERSONAS CASADAS. ¿NO PODRÍA HACER TAMBIÉN LO MISMO LA IGLESIA LATINA?


Eso iría en contra de la tradición más antigua, reconocida incluso por los orientales, que exigía a los sacerdotes una perfecta continencia. En estas últimas décadas, un número creciente de expertos en investigación histórica sostiene que la praxis de la Iglesia en los primeros siglos admitió sacerdotes casados, pero a condición de que, tras ser ordenados, viviesen en perfecta y perpetua continencia.

En efecto desde el principio se intuía que el sacerdote debía estar libre de cualquier otro vínculo para poder entregarse a la Iglesia con plenitud esponsal, según el ejemplo de Cristo. De ahí que se pida a los candidatos casados la continencia perfecta e incluso se prohibía la cohabitación con la esposa.

Por ejemplo, el Concilio de Nicea I (325) estableció: “se prohíbe absolutamente a los obispos, sacerdotes y diáconos, y en general a cualquier miembro del clero, tener consigo una mujer, a menos de que se trate de su madre, de una hermana, de una tía o de una persona que esté por encima de toda sospecha”.

En Oriente a partir del sínodo bizantino de Trullo (691) se permitió el uso del matrimonio a los clérigos casados mientras no ejercieran el servicio del altar, rebajando así la evidencia del carácter totalizador de la dimensión esponsal del sacerdocio. Consecuentemente, decayó en Oriente la celebración diaria de la Eucaristía por parte de los sacerdote casados (pues, si no, habrían tenido que abstenerse siempre del uso del matrimonio).

Recientemente, también la Iglesia siro-malankar y siro-malabar han corroborado libremente la exigencia del celibato para sus sacerdotes.  

sábado, 15 de junio de 2013

ORDENACIONES EN NUESTRA DIÓCESIS

Que regalo más grande a la Iglesia, fue la ordenación de un presbítero y dos diáconos para la Diócesis de Sololá-Chimaltenango. El diácono Rubín Isaías (presbítero) nació en San Lucas Tolimán, Sololá, el 8 de marzo en una familia muy cristiana y numerosa. Y Santos Feliciano Ramos (diácono) nació el 9 de junio en San Jorge La Laguna, Sololá. Actualmente sirviendo al pueblo de San Martín Jilotepeque. Rosalío (diácono) de él conocemos poco, es un apóstol de la palabra. Que Dios les sostenga en su gracia para ejercer el ministerio sacerdotal y diaconal a estos hermanos nuestros.

Sacerdote del Señor,
ungidas tienes las manos.
En ellas llevas a Dios
Pan Divino y Soberano.

Tanto ha podido el amor,
que Dios del cielo ha bajado,
y un sagrario se ha buscado
en tu pobre corazón

Junto al Divino Jesús,
como el discípulo amado,
sientes el dulce latir
de su divino costado.

¡Quien gozará del favor
de vivir junto a su lado!
Que es dicha vivir reclinado
junto al pecho de Jesús.

Presentación
Los ordenandos
imposición de las manos


El nuevo presbítero
Beso de las manos

Ejerciendo su diaconado

El pueblo de Dios

LA IMPOSICIÓN DE LAS MANOS

Imposición de las manos
Desde las religiones más antiguas la imposición de las constituye un símbolo de bendición. Profetas, sacerdotes y otras personas consagradas imponían las manos para bendecir representando a la misma divinidad. Se imponen también las manos para la curación de enfermedades.

En el Antiguo Testamento la imposición de las manos constituye una expresión visible de la transmisión de una bendición. El mismo gesto expresa la transmisión de un cargo o misión, el gesto significaba también la liberación de una opresión como la impureza o el pecado.

Jesús impone las manos a los niños como señal de bendición. La transmisión de la bendición mediante la imposición de las manos se manifiesta también en las numerosas curaciones milagrosas de Jesús.

En la reconciliación de los penitentes o Confesión, al absolver al pecador, el sacerdote impone las manos o al menos la mano derecha. Es señal de reconciliación, de perdón, de acogida y al mismo tiempo de transmisión del don del Espíritu Santo, para que mediante el don de la Penitencia el pecador pueda evitar el pecado y vivir siempre en actitud de conversión.

En la Celebración Eucaristía, la consagración es precedida por la imposición de las manos sobre las ofrendas, acompañada por una fórmula de invocación del Espíritu Santo.


La Unción de los enfermos también es precedida por una imposición de las manos, señal de bendición, de sanación, de alivio y de transmisión de la fuerza del Espíritu Santo para que el enfermo pueda ser aliviado.    

viernes, 14 de junio de 2013

LA EUCARISTÍA Y EL ENFERMO

El viático
La santa misa es la renovación del sacrificio de la Cruz y de la resurrección gloriosa de nuestro Redentor. Sacrificio perfecto, eterno en el cual Jesucristo es a la vez Sacerdote, Víctima y Altar.

El enfermo, por sus limitaciones, no puede asistir físicamente a la santa misa, aunque en muchos casos la sigue por televisión, no sin provecho. Pero el mismo sufrimiento y trance de muerte lo pone en estrecha participación del misterio pascual de Jesucristo, de su pasión y de su muerte, que se renueva constantemente en la misa.

Por la fe, iluminada por la palabra de Dios, descubre el enfermo que sus sufrimientos, como dice San Pablo, son parte integrante de los sufrimientos de Cristo: “Completo en mi carne lo que falta a los sufrimientos de Cristo”. Cristo sufre y muere en el enfermo y el enfermo sufre y muere en Cristo.


El enfermo y el anciano, además, reciben en la Comunión la fortaleza y el alimento espiritual que necesitaban en su camino al calvario. Aquí es muy oportuna la exhortación de la Introducción al Misal Romano: “Instrúyase diligentemente a los fieles sobre el hecho de que también cuando comulgan fuera de la misa se unen íntimamente con el sacrificio de la cruz y participan de los bienes del Sacrificio Pascual, que renueva la Nueva Alianza entre Dios y los hombres.

miércoles, 12 de junio de 2013

EL PÁRROCO (SACERDOTE)


Es el hombre de Dios que hace viva y sensible la presencia de Jesucristo en medio del pueblo cristiano.

Es el hombre de Dios que está entre Dios y su rebaño, para dar a Dios el honor, la alabanza, la adoración por sus hijos, aún por aquellos que no reconocen u olvidan a su Pastor celestial.

Es el hombre de Dios que da al pueblo la verdad que salva, la gracia que santifica, que señala con el servicio y el ejemplo el camino de la felicidad eterna.

Es el hombre de Dios que implora la misericordia de Dios con la hostia divina y consigo mismo, hecho víctima por los pecados del pueblo; y por esto ora, suplica y llora ante el sagrario.

Es el hombre de Dios, a veces incomprendido, que se sacrifica trabajando en un terreno arenoso o lleno de cizaña y de espinas; que a menudo es calumniado, criticado y atacado.

Es el hombre de Dios a quien se le recuerdan muchos deberes y poco sus derechos; es un silencioso bienhechor de la humanidad, de los pobres, los enfermos, los afligidos, los infelices y los marginados del mundo.

Es el hombre de Dios que representa al Obispo en su parroquia; y que a través del Obispo representa a Dios. Todos deben estimarlo y seguirlo como el hombre de Dios; todos deben cooperar con el hombre de Dios.


Recemos por nuestros sacerdotes especialmente por nuestro párroco porque son los que llevan el peso de la parroquia. 

viernes, 7 de junio de 2013

SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

Sagrado Corazón de Jesús
Ê La oración de la Iglesia venera y honra al Corazón de Jesús, como invoca su Santísimo Nombre. Adora al Verbo encarnado y a su Corazón que, por amor a los hombres, se dejó traspasar por nuestros pecados.
Ê Jesús, durante su vida, su agonía y su pasión nos ha conocido y amado a todos y a cada uno de nosotros y se ha entregado por cada uno de nosotros: "El Hijo de Dios me amó y se entregó a sí mismo por mí" (Ga 2, 20). Nos ha amado a todos con un corazón humano. Por esta razón, el sagrado Corazón de Jesús, traspasado por nuestros pecados y para nuestra salvación (cf. Jn 19, 34), "es considerado como el principal indicador y símbolo...del amor con que el divino Redentor ama continuamente al eterno Padre y a todos los hombres (Pío XII, Enc."Haurietis aquas": DS 3924; cf. DS 3812).
Ê La difusión de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús se debe a santa Margarita de Alacoque a quien Jesús se le apareció con estas palabras: "Mira este corazón mío, que a pesar de consumirse en amor abrasador por los hombres, no recibe de los cristianos otra cosa que sacrilegio, desprecio, indiferencia e ingratitud, aún en el mismo sacramento de mi amor. Pero lo que traspasa mi Corazón más desgarradamente es que estos insultos los recibo de personas consagradas especialmente a mi servicio."

ü He aquí las promesas que hizo Jesús a Santa Margarita, y por medio de ella a todos los devotos de su Sagrado Corazón:

1.     Les daré todas las gracias necesarias a su estado.
2.     Pondré paz en sus familias.
3.     Les consolaré en sus penas.
4.     Seré su refugio seguro durante la vida, y, sobre todo, en la hora de la muerte.
5.     Derramaré abundantes bendiciones sobre todas sus empresas.
6.     Bendeciré las casas en que la imagen de mi Corazón sea expuesta y venerada.
7.     Los pecadores hallarán en mi Corazón la fuente, el Océano infinito de la misericordia.
8.     Las almas tibias se volverán fervorosas.
9.     Daré a los sacerdotes el talento de mover los corazones más empedernidos.
10. Las personas que propaguen esta devoción tendrán su nombre escrito en mi Corazón, y jamás será borrado de Él.
11. Les prometo en el exceso de mi misericordia, que mi amor todopoderoso concederá a todos aquellos que comulgaren por nueve primeros viernes consecutivos, la gracia de la perseverancia final; no morirán sin mi gracia, ni sin la recepción de los santos sacramentos. Mi Corazón será su seguro refugio en aquel momento supremo.

    Las condiciones para ganar esta gracia son tres:
1.     Recibir la Sagrada Comunión durante nueve primeros viernes de mes de forma consecutiva y sin ninguna interrupción.
2.     Tener la intención de honrar al Sagrado Corazón de Jesús y de alcanzar la perseverancia final.

3.     Ofrecer cada Sagrada Comunión como un acto de expiación por las ofensas cometidas contra el Santísimo Sacramento.

En esta solemnidad pido al Sagrado Corazón de Jesús la paz en Guatemala, celebré esta fiesta en una de las aldeas de Tecpán Guatemala, así se vivió:

Comunidad Sagrado Corazón de Jesús, Panabajal


jueves, 6 de junio de 2013

PLAN DIOCESANO DE PASTORAL 2013-2020 PARA NUESTRA DIÓCESIS

Con alegría y agradecimiento a Dios pudimos celebrar la VIII asamblea diocesana de pastoral convocada y presidida por nuestro Obispo diocesano Monseñor Gonzalo de Villa. La asamblea se realizó en el contexto del año de la fe, con el eco pascual del Corpus Christi y la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús.

El objetivo primordial de la asamblea fue el presentar y conocer de manera oficial el PLAN DIOCESANO DE PASTORAL 2013-2020. Encantarnos, enamorarnos y comprometernos en su ejecución, a través de los ejes pastorales de nuestra diócesis de Sololá-Chimaltenango.


Que Dios nos bendiga a todos de poder realizar lo que se nos pide en el plan en cada uno de nuestras parroquias.

Reunión por decanato

Preparándonos para la misa

En la homilía

ALGUNAS REFLEXIONES DEL PAPA FRANCISCO SOBRE EL DOMUND 2013 (II parte)

Papa Francisco
4. En nuestra época, la movilidad general y la facilidad de comunicación a través de los nuevos medios de comunicación han mezclado entre sí los pueblos, el conocimiento, las experiencias. Por motivos de trabajo familias enteras se trasladan de un continente a otro; los intercambios profesionales y culturales, así como el turismo y otros fenómenos análogos empujan a un gran movimiento de personas. 

A veces es difícil, incluso para las comunidades parroquiales, conocer de forma segura y profunda a quienes están de paso o a quienes viven de forma permanente en el territorio. Además, en áreas cada vez más grandes de las regiones tradicionalmente cristianas crece el número de los que son ajenos a la fe, indiferentes a la dimensión religiosa o animados por otras creencias. Por tanto, no es raro que algunos bautizados escojan estilos de vida que les alejan de la fe, convirtiéndolos en necesitados de una “nueva evangelización”.A esto se suma el hecho de que a una gran parte de la humanidad todavía no le ha llegado la buena noticia de Jesucristo. Y que vivimos en una época de crisis que afecta a muchas áreas de la vida, no sólo la economía, las finanzas, la seguridad alimentaria, el medio ambiente, sino también la del sentido profundo de la vida y los valores fundamentales que la animan. 

La convivencia humana está marcada por tensiones y conflictos que causan inseguridad y fatiga para encontrar el camino hacia una paz estable. En esta situación tan compleja, donde el horizonte del presente y del futuro parece estar cubierto por nubes amenazantes, se hace aún más urgente el llevar con valentía a todas las realidades, el Evangelio de Cristo, que es anuncio de esperanza, reconciliación, comunión, anuncio de la cercanía de Dios, de su misericordia, de su salvación, anuncio de que el poder del amor de Dios es capaz de vencer las tinieblas del mal y conducir hacia el camino del bien.

El hombre de nuestro tiempo necesita una luz fuerte que ilumine su camino y que sólo el encuentro con Cristo puede darle. ¡Traigamos a este mundo, a través de nuestro testimonio, con amor, la esperanza donada por la fe! La naturaleza misionera de la Iglesia no es proselitista, sino testimonio de vida que ilumina el camino, que trae esperanza y amor. 

La Iglesia - lo repito una vez más - no es una organización asistencial, una empresa, una ONG, sino que es una comunidad de personas, animadas por la acción del Espíritu Santo, que han vivido y viven la maravilla del encuentro con Jesucristo y desean compartir esta experiencia de profunda alegría, compartir el mensaje de salvación que el Señor nos ha dado. Es el Espíritu Santo quién guía a la Iglesia en este camino. 


5. Quisiera animar a todos a ser portadores de la buena noticia de Cristo y estoy agradecido especialmente a los misioneros y misioneras, a los presbíteros fidei donum, a los religiosos y religiosas y a los fieles laicos - cada vez más numerosos - que, acogiendo la llamada del Señor, dejan su patria para servir al Evangelio en tierras y culturas diferentes de las suyas. Pero también me gustaría subrayar que las mismas iglesias jóvenes están trabajando generosamente en el envío de misioneros a las iglesias que se encuentran en dificultad - no es raro que se trate de Iglesias de antigua cristiandad - llevando la frescura y el entusiasmo con que estas viven la fe que renueva la vida y dona esperanza. 

Vivir en este aliento universal, respondiendo al mandato de Jesús «Id, pues, y haced discípulos de todas las naciones» (Mt. 28, 19) es una riqueza para cada una de las iglesias particulares, para cada comunidad, y donar misioneros y misioneras nunca es una pérdida sino una ganancia. Hago un llamamiento a todos aquellos que sienten la llamada a responder con generosidad a la voz del Espíritu Santo, según su estado de vida, y a no tener miedo de ser generosos con el Señor. Invito también a los obispos, las familias religiosas, las comunidades y todas las agregaciones cristianas a sostener, con visión de futuro y discernimiento atento, la llamada misionera ad gentes y a ayudar a las iglesias que necesitan sacerdotes, religiosos y religiosas y laicos para fortalecer la comunidad cristiana. 

Y esta atención debe estar también presente entre las iglesias que forman parte de una misma Conferencia Episcopal o de una Región: es importante que las iglesias más ricas en vocaciones ayuden con generosidad a las que sufren de escasez. Al mismo tiempo exhorto a los misioneros y a las misioneras, especialmente los sacerdotes fidei donum y a los laicos, a vivir con alegría su precioso servicio en las iglesias a las que son destinados, y a llevar su alegría y su experiencia a las iglesias de las que proceden, recordando cómo Pablo y Bernabé, al final de su primer viaje misionero «contaron todo lo que Dios había hecho a través de ellos y cómo había abierto la puerta de la fe a los gentiles» (Hechos 14:27). Ellos pueden llegar a ser un camino hacia una especie de “restitución” de la fe, llevando la frescura de las Iglesias jóvenes, de modo que las Iglesias de antigua cristiandad redescubran el entusiasmo y la alegría de compartir la fe en un intercambio que enriquece mutuamente en el camino de seguimiento del Señor. 

La solicitud por todas las Iglesias, que el Obispo de Roma comparte con sus hermanos en el episcopado, encuentra una actuación importante en el compromiso de las Obras Misionales Pontificias, que tienen como propósito animar y profundizar la conciencia misionera de cada bautizado y de cada comunidad, ya sea llamando a la necesidad de una formación misionera más profunda de todo el Pueblo de Dios, ya sea alimentando la sensibilidad de las comunidades cristianas a ofrecer su ayuda para favorecer la difusión del Evangelio en el mundo. 


Por último, dirijo un pensamiento a los cristianos que, en diversas partes del mundo, se encuentran en dificultades para profesar abiertamente su fe y ver reconocido el derecho a vivirla con dignidad. Ellos son nuestros hermanos y hermanas, testigos valientes - aún más numerosos que los mártires de los primeros siglos - que soportan con perseverancia apostólica las diversas formas de persecución actuales. Muchos también arriesgan su vida para permanecer fieles al Evangelio de Cristo. Deseo asegurarles que me siento cercano en la oración a las personas, a las familias y a las comunidades que sufren violencia e intolerancia y les repito las palabras consoladoras de Jesús: «Confiad, yo he vencido al mundo» (Jn 16,33). 

Benedicto XVI exhortaba: «Que la Palabra del Señor siga avanzando y sea glorificada» (2 Ts 3, 1): que este Año de la fe haga cada vez más fuerte la relación con Cristo, el Señor, pues sólo en él tenemos la certeza para mirar al futuro y la garantía de un amor auténtico y duradero» (Carta Ap. Porta fidei, 15). Este es mi deseo para la JOrnada Mundial de las Misiones de este año. Bendigo de corazón a los misioneros y misioneras y a todos los que acompañan y apoyan este compromiso fundamental de la Iglesia para que el anuncio del Evangelio pueda resonar en todos los rincones de la tierra, y nosotros, ministros del Evangelio y misioneros, experimentaremos “la dulce y confortadora alegría de evangelizar” (Pablo VI, Exhort. Ap. Evangelii nuntiandi, 80).