viernes, 17 de marzo de 2017

CONVERSIÓN Y RENOVACIÓN


Cuaresma es tiempo de conversión y de renovación. Pero no se da una renovación auténtica y concreta si no pasa por una reflexión valiente de la propia vida moral y de la propia vida litúrgica. En palabras más sencillas, de las propias costumbres y de la propia oración.

Se trata de una catequesis muy práctica: no cosas nuevas para aprender, sino cosas viejas para hacer. El decálogo es una opción de vida que Dios propone al hombre: Yo pongo hoy delante de ti la vida y la muerte, es decir, el bien y el mal. Te mando que observes los mandamientos para que vivas (Cfr. Deut. 30,15). El decálogo es para el hombre, no contra él. No quiere atar o limitar su libertad, sino liberarla. Son una manifestación de su amor y de su solicitud paternal para con el hombre. «Escucha, Israel; esmérate en practicarlos para que seas feliz» (cfr. Deuteronomio 6, 3; 30,15 s.): esto, no otra cosa, es la finalidad de los mandamientos.

Hagamos un pequeño repaso de los mandamientos –que nos viene muy bien en este tiempo de cuaresma-:

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