miércoles, 14 de junio de 2017

SEXUALIDAD Y GÉNERO


Si bien hay quien pueda tener la impresión de que la orientación sexual es un rasgo biológico innato y determinado en los seres humanos (es decir, que ya seamos heterosexuales, homosexuales o bisexuales, hemos “nacido así”), las pruebas científicas que sostienen esa visión son insuficientes.

De hecho, el concepto de orientación sexual es en sí mismo ambiguo, ya que puede referirse a un conjunto de comportamientos, a sentimientos de atracción o bien a una idea sobre la propia identidad. Los estudios epidemiológicos muestran una relación más bien modesta entre los factores genéticos y la atracción o el comportamiento sexual, y no han logrado proporcionar pruebas significativas que la relacionen con unos genes en particular.

Existen asimismo pruebas de otras hipotéticas causas biológicas para el comportamiento, la atracción o la identidad homosexuales (como la influencia de las hormonas en el desarrollo prenatal); pero dichas pruebas son también limitadas. Al estudiar el cerebro de personas homosexuales y heterosexuales se han detectado algunas diferencias, pero no se ha logrado demostrar que esas diferencias sean innatas o surjan de factores ambientales que hayan ejercido una influencia en los rasgos psicológicos o neurobiológicos.

Un factor ambiental que parece estar correlacionado con la no heterosexualidad son los abusos sexuales en la infancia, factor que también puede contribuir a mayores tasas de problemas de salud mental entre las subpoblaciones no heterosexuales en comparación con la población general. En conjunto, los estudios apuntan a un cierto grado de flexibilidad en los patrones de atracción y comportamiento sexual, en contraposición a la noción del “nacido así,” que simplifica en exceso la gran complejidad de la sexualidad humana.

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