Hoy celebramos en toda la
Iglesia a San José, el casto esposo de la Virgen María. El Evangelio nos lo
presenta hoy en medio de una situación muy difícil porque María ya era su
esposa. Sin embargo, ellos aún no convivían, pero ya era notorio que María había
quedado embarazada, pero definitivamente no era de él.
Por lo tanto, para la
gente de aquella época, esto era considerado adulterio y estaba castigado con
la pena de muerte. La mujer, María, tenía que ser apedreada públicamente. Sin
embargo, San José decide rechazarla, pero en secreto porque no quería que la
apedreen.
Podríamos preguntarnos,
¿por qué decimos entonces que él era una persona justa si no cumplió la ley, no
la obedeció? Además, cualquier otro hubiera pensado: “Me ha traicionado esta
mujer, merece un castigo. Por lo menos de esa naturaleza”.
El justo no es simplemente
el que cumple mecánicamente mandatos y normas externas. El justo es el hombre
piadoso que ama a Dios y que cumple sus mandatos porque vive cerca de Dios y es
por eso que de él brota la compasión, brota la misericordia en abundancia.
José no juzga a María, no
la condena en su interior, sino que trata de salvarla. Ésa es la verdadera
justicia, no la que busca el castigo del pecador, eso es ser un justiciero. El
justo es el que siempre busca el bien del otro, el que busca su conversión. Nunca
nos olvidemos de esto, la persona justa busca siempre el bien del otro.
Porque lo injusto sería
que una persona no pueda ser perdonada. Por tanto, vemos que San José es modelo
de hombre recto y verás y creo que ese es el modelo para todos aquellos que de
manera especial son padres de familia, son jefes de hogar. Están invitados
también a ser hombres justos.
San José es un hombre del
que se dice muy poco, pero se dice lo suficiente de él en los evangelios porque
ya se sabe lo esencial. Que te conozcan a ti también por lo esencial porque ya
el resto sobra. Que lo esencial en nuestra vida sea amar a Jesús.
Fuente; Aciprensa
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