Queridos
amigos; en este año me ha parecido muy oportuno en esta ocasión reflexionar un
poco sobre la navidad en clave de la humildad, amor y gratitud a Dios.
Dios nos ha enseñado ser
humildes, desde que nace. Él, que es el Sumo Creador, bien hubiera podido nacer
en un palacio lujoso, pero ha preferido un establo, ni siquiera una casa. Y no
debemos de olvidar que ser humildes no es propiamente cuando uno quiere
humillarse, sino cuando me humillan inesperadamente.
Todos experimentamos lo
difícil de ser humilde y en este tiempo es muy propicio para estar
recogido en silencio, en medio de nuestro mundo persuadido en el ruido y la
agitación.
La navidad es fruto del amor
de Dios para con nosotros, ¡Dios está aquí! Eso es el mensaje que nos debe de
llenar de mucha alegría. El Dios que hizo todo de la nada ha querido en virtud
de un inexplicable amor vestir nuestra carne y experimentar el hambre, la sed,
la persecución, el desprecio.
Lo propio del hombre es ser
agradecido, porque no tenemos nada que no hayamos recibido. Todo es un don de
Dios, un regalo, y debemos de agradecer siempre este regalo maravilloso.
Con estas pequeñas
letras quiero desearles una Santa Navidad y un año nuevo lleno de
bendiciones, y que nuestra madre la Siempre Virgen les acompañe con su
intercesión.