miércoles, 13 de mayo de 2020

ORACIÓN Y AYUNO CON EL PAPA FRANCISCO


El Papa Francisco nos ha invitado a todos los fieles a sumarse a una jornada de oración y ayuno, el próximo 14 de mayo, para pedir a Dios por el fin de la epidemia del coronavirus.

El Papa Francisco ha recordado su apoyo a la propuesta del Alto Comité para la Fraternidad Humana, para que el 14 de mayo los creyentes de todas las religiones se unan espiritualmente en una jornada de oración y ayuno, a fin de implorar a Dios que ayude a la humanidad a superar el coronavirus.

El Alto Comité de Fraternidad Humana está formado por los líderes religiosos que se inspiran en el histórico documento de Abu Dabi firmado por el Papa Francisco y el gran imán de A-Azhar, Al-Tayyeb. Este comité emitió el pasado 2 de mayo un mensaje titulado “Oración por la humanidad”, en el que invitaban a recurrir a Dios a través de la oración y la súplica, cada uno en su lugar y de acuerdo con su religión, creencia o doctrina, para pedir la desaparición de la pandemia del Covid-19.

“Junto a la afirmación de nuestra creencia -dicen- en la importancia del papel de la medicina y la investigación científica en el tratamiento de esta pandemia –se lee en el mensaje– no nos olvidamos de dirigirnos a Dios, el Creador, en esta gran crisis”.

Por eso, el Santo Padre ha invitado a sumarse el próximo jueves, 14 de mayo, a un día de oración y súplica por la humanidad.

domingo, 10 de mayo de 2020

POR EL "SI" DE LA VIDA, ¡MUCHAS GRACIAS!


La dignidad de la mujer y su vocación, ha asumido en estos últimos años una importancia muy particular. Esto lo demuestran, entre otras cosas, las intervenciones del Magisterio de la Iglesia, «ha llegado la hora en que la vocación de la mujer se cumple en plenitud, la hora en que la mujer adquiere en el mundo una influencia, un peso, un poder jamás alcanzados hasta ahora. Por eso, en este momento en que la humanidad conoce una mutación tan profunda, las mujeres llenas del espíritu del Evangelio pueden ayudar tanto a que la humanidad no decaiga».

«En el cristianismo, más que en cualquier otra religión, la mujer tiene desde los orígenes un estatuto especial de dignidad, del cual el Nuevo Testamento da testimonio en no pocos de sus importantes aspectos; es evidente que la mujer está llamada a formar parte de la estructura viva y operante del cristianismo de un modo tan prominente que acaso no se hayan todavía puesto en evidencia todas sus virtualidades».

La Iglesia, da gracias por todas las mujeres y por cada una: por las madres, las esposas; por las mujeres dedicadas a tantos y tantos seres humanos que esperan el amor gratuito de otra persona; por las mujeres que velan por el ser humano en la familia, la cual es el signo fundamental de la comunidad humana; por las mujeres que trabajan profesionalmente, mujeres cargadas a veces con una gran responsabilidad social; por las mujeres «perfectas» y por las mujeres «débiles».

Por todas ellas, tal como salieron del corazón de Dios en toda la belleza y riqueza de su femineidad, tal como han sido abrazadas por su amor eterno; tal como, junto con los hombres, peregrinan en esta tierra que es «la patria» de la familia humana, que a veces se transforma en «un valle de lágrimas». Tal como asumen, juntamente con el hombre, la responsabilidad común por el destino de la humanidad, en las necesidades de cada día y según aquel destino definitivo que los seres humanos tienen en Dios mismo, en el seno de la Trinidad inefable. Mulieris Dignitatem.

viernes, 8 de mayo de 2020

MES DE MAYO


En el mes de mayo alzamos nuestros ojos a María, la mujer que fue asociada de una manera única en la obra de reconciliar a la humanidad con Dios. Según el designio del Padre, Cristo debía llevar a cabo esta obra por medio de su sacrificio. Sin embargo, una mujer estaría asociada con Él, la Virgen inmaculada, quien por eso se presenta ante nuestros ojos como el modelo más perfecto de cooperación en la obra de salvación…

El "Sí" de la anunciación no sólo fue la aceptación de la maternidad que se le ofrecía, sino que significaba, sobre todo, el compromiso de María de servir al misterio de la redención. La redención fue la obra de su Hijo; María fue asociada a esta obra en un nivel subordinado. Sin embargo, su participación fue real y exigente. Al consentir con el mensaje del Ángel, María accedió a colaborar en la totalidad de la obra para reconciliar a los hombres con Dios, en el momento en que su Hijo la llevara a cabo.

San Juan Pablo II, 9 de mayo 1983.

viernes, 1 de mayo de 2020

EL TRABAJO FORMA PARTE DEL PLAN DE DIOS


En el Evangelio de san Mateo, en uno de los momentos en que Jesús vuelve a su tierra, a Nazaret, y habla en la sinagoga, se Subraya el asombro de sus paisanos por su sabiduría y la pregunta que se plantean: ¿No es este el hijo del carpintero?

Jesús entra en nuestra historia, viene en medio de nosotros, naciendo de María por obra de Dios, pero con la presencia de san José, el padre legal que lo custodia y le enseña también su trabajo. Jesús nace y vive en una familia, en la Santa Familia, aprendiendo de san José el oficio de carpintero, en el taller de Nazaret, compartiendo con él el empeño, la fatiga, la satisfacción y también las dificultades de cada día.

Y con esto nos recuerda la dignidad y la importancia del trabajo. El Libro del génesis narra que Dios creó el hombre y la mujer confiándoles la tarea de llenar la tierra y de dominarla, que no significa explotarla, sino cultivarla y custodiarla, cuidarla con la propia obra.

El trabajo forma parte del plan de amor de Dios ¡nosotros estamos llamados a cultivar y custodiar todos los bienes de la creación y de este modo participamos en la obra de creación! El trabajo es un elemento fundamental para la dignidad de una persona. El trabajo – para usar una imagen, nos ‘unge’ de dignidad, nos llena de dignidad; nos hace semejantes a Dios, que ha trabajado y trabaja, actúa siempre da la capacidad de mantenerse a sí mismos, a la propia familia, de contribuir al crecimiento de nuestro país.

MADRE DE MI DIOS

Virgen del Rosario, Guatemala

Virgen, madre de mi Dios,
has que yo sea todo tuyo.
Tuyo en la vida, tuyo en la muerte,
tuyo en el sufrimiento,
en el miedo y en la miseria;
tuyo en la cruz y en el doloroso desconsuelo,
tuyo en el tiempo y en la eternidad.
Virgen, Madre de mi Dios,
Haz que yo sea todo tuyo.
Amén.

San Juan Pablo II