Los sacramentos son signos; De aquí la
importancia de llegar a entender el signo del pan entre los hombres. En un
cierto sentido, para entender la Eucaristía nos prepara mejor la actividad del
ciudadano, del molinero, del ama de casa o del panadero; porque éstos saben
sobre el pan infinitamente más que el intelectual, que lo ve solamente en el
momento en que llega a la mesa y lo come, incluso hasta distraídamente.
Si le preguntamos a un maestro sobre
esta materia nos contaría toda la historia fatigosa para la preparación, desde
la siembra del trigo hasta la fermentación, que no es nada fácil, como también puede
pasar con la tortilla, desde la siembra hasta la masa. No se adquiere con
facilidad. Solo el padre de familia sabe lo duro de llevar el pan y la tortilla
sobre la mesa.
Ahora bien ¿Y qué es el pan cuando nos
llega sobre la mesa? El padre o la madre, que lo parte o sencillamente lo pone
en la mesa, se asemejan a Jesús. De igual forma, él o ella podrían decir a los
hijos: «Tomen y coman: esto es mi cuerpo entregado por ustedes». El pan de cada
día, en verdad, es un poco su cuerpo, el fruto de su fatiga y el signo de su
amor.
Bien, veamos ahora qué sucede cuando
este pan llega sobre el altar y es consagrado por el sacerdote. La doctrina
católica lo expresa con una palabra. Transubstanciación, con la que la Iglesia
ha expresado su fe. ¿Qué quiere decir transubstanciación? Quiere decir que en
el momento de la consagración el pan termina de ser pan y llega a ser cuerpo de
Cristo; la sustancia del pan, cede el puesto a la sustancia de la persona
divina, que es Cristo resucitado y vivo, incluso si las apariencias externas
(en el lenguaje teológico, los «accidentes») permanecen las del pan.
Para entender transubstanciación
pidamos ayuda a una palabra emparentada con ella y que nos resulta más
familiar, la palabra transformación. Transformación significa pasar de una
forma a otra, transubstanciación pasar de una sustancia a otra. Pongamos un
ejemplo. Vemos salir a una señora en una sala de belleza con un peinado
totalmente nuevo, a veces, nos sale espontáneamente el exclamar: «¡Qué
transformación!» no decimos: «¡Qué transubstanciación!» sino que transformación
porque ha cambiado el aspecto externo; pero, no su ser profundo y su
personalidad. Si antes era inteligente, sigue siendo inteligente; si no lo era
antes, tampoco ahora. Han cambiado las apariencias, no la sustancia.
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