En Tierra Santa el peregrino
se encuentra en una situación privilegiada para escuchar la Palabra de Dios, en
los Lugares en que ha resonado: ellos son “la escuela donde se es iniciado a
comprender la vida de Jesús, es decir la escuela del Evangelio”, decía Pablo
VI, ya que permiten “al cristiano ponerse en contacto directo con el ambiente,
en el cual “el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn 1,14)”.
En Tierra Santa el Evangelio
suena de otra manera. Los antiguos y modernos peregrinos están en sintonía con
las hermosas palabras del “peregrino ruso”: “por gracia de Dios soy hombre y
cristiano, por mis obras un gran pecador, por condición un peregrino sin techo
de la condición más humilde, que va errando de lugar en lugar. Mis bienes son
una mochila en la espalda con un poco de pan seco y una sagrada Biblia que
llevo bajo la camisa. No tengo nada más” (Diario de un peregrino ruso).
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