A ejemplo del Maestro debemos de predicar |
En varios aspectos se asemejan el
profeta Jeremías y el Señor Jesús. Ambos aprendieron a mirar críticamente la
vida y las prácticas religiosas celebradas en el templo de Jerusalén; esa
claridad de miras les acarreó hostilidades y persecuciones. Uno y otro fueron
generadores de controversias, dividieron la opinión en Israel, consiguiéndose
seguidores y adversarios.
El Señor Jesús replanteó profundamente la manera de
entender y vivir la relación con Dios, cuestionó creencias y prácticas
arraigadas y por eso mismo, perturbó e incomodó a unos y entusiasmó a otros. La
soberana libertad y la seguridad con la cual hablaba en nombre del Padre,
implicaba definirse a favor o en contra de sus posturas. Al distanciarse de las
tradiciones vigentes, resultó un desafío incómodo. Jesucristo vivió con una
personalidad definida que no podía pasar desapercibida ante nadie.
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