En el Evangelio de
este domingo, encontramos a Jesús como comensal en la casa de un jefe de los
fariseos. Dándose cuenta de que los invitados elegían los primeros puestos en
la mesa, contó una parábola, ambientada en un banquete nupcial. “Cuando seas
convidado por alguien a una boda, no te pongas en el primer puesto, no sea que
haya sido convidado por él otro más distinguido que tú, y viniendo el que te convidó
a ti y a él, te diga: “Deja el sitio a este” Al contrario, cuando seas
convidado, ve a sentarte en el último puesto”.
El Señor no pretende dar una lección de buenos
modales, ni sobre la jerarquía entre las distintas autoridades. Insiste, más
bien, en un punto decisivo, que es el de la humildad: “El que se ensalza será
humillado y el que se humilla será ensalzado”. Esta parábola, en un significado
más profundo, hace pensar también en la postura del hombre en relación con
Dios. De hecho, el “último lugar” puede representar la condición de la
humanidad degradada por el pecado, condición de la que sólo la encarnación del
Hijo de Dios puede elevarla. Por eso Cristo mismo “tomó el último puesto en el
mundo –la cruz– y precisamente con esta humildad radical nos redimió y nos
ayuda constantemente”.
Hay una razón
profunda para saber si la humildad le agrada a Dios y a los hombres. El humilde
es persona verdadera, auténtica; vive en la realidad, no en la ilusión. Es una
persona sobria, que sabe valorar objetivamente las cosas; no está ofuscada por
las presunciones de la exaltación. La palabra humildad está emparentada con la
palabra hombre y las dos proceden de humus, esto es, suelo. Humilde es aquel
que está en lo bajo, cercano al suelo. Tiene los pies sobre la tierra; está plantado
sobre la sólida roca de la verdad.¡Y por lo tanto humano es ser humilde!
La humildad
verdadera se verifica en la práctica diaria, no justificando los errores y
abusos diciendo eso tan manido de que somos humanos. Alguien se divorcia, y se
dice: es humano. Uno comete pequeños fraudes en donde trabaja, y se dice: es
humano. Otro ha caído en el mundo de la droga y se dice: es humano... No hay
vicio que no se disculpe con esta frase. No existe un modelo más acabado de lo
que es verdaderamente humano que la Humanidad de Jesucristo, el nuevo Adán que
vino a corregir al primero. Él nos dice hoy: “todo el que se enaltece será
humillado, y el que se humilla será enaltecido”.
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