La Palabra de Dios de
este domingo contiene unas palabra de Jesús que nos pone en crisis, y que se ha
de explicar, porque de otro modo puede generar malentendidos. Jesús dice a los
discípulos: “¿Piensan que he venido a
traer paz a la tierra? No, sino división”. ¿Qué significa esto? Significa
que la fe no es una cosa decorativa, ornamental; vivir la fe no es decorar la
vida con un poco de religión, como si fuese un pastel que se le decora y queda
muy bonito para cada ocasión. No, la fe no es esto.
La fe comporta elegir
a Dios como criterio- base de la vida, y Dios no es vacío, Dios no es neutro,
Dios es siempre positivo, Dio es amor, y el amor es positivo. Después de que
Jesús vino al mundo no se puede actuar como si no conociéramos a Dios. Como si
fuese una cosa abstracta, vacía, no, Dios tiene un rostro concreto, tiene un
nombre: Dios es misericordia, Dios es fidelidad, es vida que se dona a todos
nosotros. Por esto Jesús dice: he venido a traer división; no es que Jesús
quiera dividir a los hombres entre sí, al contrario: Jesús es nuestra paz,
nuestra reconciliación.
Pero esta paz no es la paz de los sepulcros, no es
neutralidad, esta paz no es un acuerdo a cualquier precio. Seguir a Jesús
comporta renunciar al mal, al egoísmo y elegir el bien, la verdad, la justicia,
incluso cuando esto requiere sacrificio y renuncia a los propios intereses. Pero
atención: no es Jesús quien divide. Él pone el criterio: vivir para sí mismos,
o vivir para Dios y para los demás; hacerse servir, o servir; obedecer al
propio yo, u obedecer a Dios. He aquí en qué sentido Jesús es “signo de
contradicción”.
La verdad divide
frente a la mentira; la caridad ante el egoísmo, la justicia frente a la
injusticia. En el mundo –y en nuestro interior– hay mezcla de bien y de mal; y tenemos
que optar, siendo conscientes de que la fidelidad es “incómoda”. Parece más
fácil complacer a los demás.
Nos tienta hacer un
“evangelio” y un “Jesús” a nuestra medida, según nuestros gustos y pasiones. Benedicto
XVI ha afirmado que «Jesucristo no es una simple convicción privada o una
doctrina abstracta, son una persona real cuya entrada en la historia es capaz
de renovar la vida de todos».
El modelo supremos es
Jesús (hemos de “tener la mirada puesta en Él”, especialmente en las
dificultades y persecuciones). Él aceptó voluntariamente el suplicio de la Cruz
para reparar nuestra libertad y recuperar nuestra felicidad: «La libertad de
Dios y la libertad del hombre se han encontrado definitivamente en su carne
crucificada» (Benedicto XVI).
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