La palabra diácono
(diakonos) únicamente significa ministro o servidor y es utilizada en este
sentido tanto en los Setenta (aunque sólo en el libro de Ester, 2,2; 4, 3) como
en el Nuevo Testamento (Mat. 20, 28; Rom. 15, 25; Ef 3,7; etc.) Pero en los
tiempos apostólicos la palabra empezó a adquirir un significado más definido y
técnico. En sus escritos de alrededor del año 63 d.C., san Pablo se dirige
"a todos los santos que viven en Filipo, junto con los obispos y los
diáconos" (Fil 1,1). Unos pocos años más tarde (1 Tim 3,8 ss) él insiste a
Timoteo que "los diáconos deben ser castos, no mal hablados, no dados a
beber mucho vino ni a negocios sucios, que guarden el misterio de la fe con una
conciencia pura."
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