Ya cerca de la festividad
del patrono de este pueblo (Patzún) es muy oportuno hablar un poco de él,
dar a conocer su vida, porque fue un hombre normal como nosotros. San
Bernardino nació en la Massa Marittima de Toscana (Italia) donde su padre, que
pertenecía a la noble familia sienesa de los Albizeschi, ejercía el cargo de
gobernador. Bernardino quedó huérfano de padre y madre antes de cumplir los
siete años. Una tía materna, junto con su hija se encarga de su educación,
ambas mujeres, que eran excelentes lo educaron piadosamente y le quisieron como
a un hijo.
A los 11 o 12 años
Bernardino ingresó a una escuela de Siena, donde curso brillantemente los
estudios que hacía en aquella época los jóvenes de su posición, Bernardino no
soportaba las blasfemias, en cuanto oía a cualquiera profanar el Santo nombre
de Dios se le encendía las mejías y reprendía implacablemente la blasfemo.
Cierta vez en la que un
compañero intentó inducirle al vicio, Bernardino le golpeó violentamente en el
rostro, en otra ocasión semejante incitó a sus compañeros a arrojar piedras y
lodo al vicioso. Pero, fuera de aquellas ocasiones en que se indignara
justamente. Bernardino es pacífico y bondadoso y precisamente, durante toda su
vida se distinguió por su afabilidad, paciencia y cortesía.
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