Fotografía: el ojo del fotógrafo |
De hecho, la comunicación que Dios hace de sí mismo, implica siempre la relación entre el Hijo y el Espíritu Santo. En ese sentido, San Ireneo de Lyon llama: al Hijo y al Espíritu Santo, las dos manos del Padre. Es decir, el Hijo y el Espíritu Santo, por quien el Padre ha realizado toda su obra salvadora. Confirmando así, esta íntima correspondencia del Espíritu Santo con el Padre y el Hijo, desde la eternidad.
Por tanto, creer en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, significa, saber reconocer su presencia: ayer, hoy y siempre.
Creo en ti Santo Espíritu de Dios,
En la historia de la salvación que has acompañado,
En las Escrituras que has inspirado
En los profetas y personas de buena voluntad, por quien has hablado
Creo en ti Santo Espíritu de Dios,
En la vida de Jesús, a quien la Virgen concibió por acción tuya.
En la Tradición y el Magisterio de nuestra Iglesia,
En la vida apostólica y anuncio del Evangelio.
Por eso, hoy confieso mi fe y te invito para que también digas conmigo, Creo en ti Espíritu Santo, Señor y dador de vida. Porque tu aliento da origen a todo ser y a toda criatura.
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