Si en toda vocación es
Dios quien llama, toca al hombre responder a dicho llamado. Y como el hombre es
libre por designio Divino, puede responder afirmativamente. O no. Podemos
negarnos al don de la existencia suicidándonos. Podemos negarnos al llamado a la
santidad, pecando. Es nuestra decisión y Dios la respeta porque no quiere
autómatas. Él pone ante nosotros la vida o la muerte, la Gracia o la
condenación. ¡Terrible cosa ser tan libres!
¿Cómo llama Dios a un
joven a su servicio? Tengamos presente que Él toma la iniciativa y llama a
quien quiere del modo que Él quiere. Puede ser que el muchacho ve de pronto,
con una lucidez total, que el sacerdocio es lo suyo. O bien puede suceder que
la idea vaya colándose lentamente en su ánimo, como a través de una niebla que
se despeja poco a poco.
Algunos han sido llamados
desde su más tierna infancia y jamás han pensado en otra cosa; otros al
contrario, han tenido que superar dudas y tentaciones, altibajos y decepciones.
Cada sacerdote podría decir el cómo de su llamado. Hermoso el testimonio de un
sacerdote Marista que desde los siete años al ver a su cura párroco ya anciano,
se dijo: "A su muerte yo tomaré su lugar".
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