La primera lectura, tomada del
Libro Segundo de Samuel, nos habla de la vida y de la muerte. El rey David quiere
ocultar que cometió adulterio con la mujer de Urías el hitita, un soldado en su
ejército y, para ello, manda poner a Urías en primera línea para que caiga en la
batalla.
La Biblia nos muestra el drama
humano en toda su realidad, el bien y el mal, las pasiones, el pecado y sus consecuencias.
Cuando el hombre quiere afirmarse a sí mismo, encerrándose en su propio egoísmo
y poniéndose en el puesto de Dios, acaba sembrando la muerte. Y el adulterio del
rey David es un ejemplo.
Y el egoísmo conduce a la mentira,
con la que trata de engañarse a sí mismo y al prójimo. Pero no se puede engañar
a Dios, y hemos escuchado lo que dice el profeta a David: «Has hecho lo que está
mal a los ojos de Dios». «He pecado contra el Señor» y el Dios misericordioso, que
quiere la vida y siempre nos perdona, le perdona, le da de nuevo la vida; el profeta
le dice: «También el Señor ha perdonado tu pecado, no morirás».Toda la Escritura
nos recuerda que Dios es el Viviente, el que da la vida y que indica la senda de
la vida plena.
El pasaje evangélico de hoy nos
hace dar un paso más. Jesús encuentra a una mujer pecadora durante una comida en
casa de un fariseo, suscitando el escándalo de los presentes: Jesús deja que se
acerque una pecadora, e incluso le perdona los pecados, diciendo: «Sus muchos pecados
han quedado perdonados, porque ha amado mucho, pero al que poco se le perdona, ama
poco».
Jesús es la encarnación del Dios
vivo, el que trae la vida, frente a tantas obras de muerte, frente al pecado, al
egoísmo, al cerrarse en sí mismos. Jesús acoge, ama, levanta, anima, perdona y da
nuevamente la fuerza para caminar, devuelve la vida. Vemos en todo el Evangelio
cómo Jesús trae con gestos y palabras la vida de Dios que transforma. Es la experiencia
de la mujer que unge los pies del Señor con perfume: se siente comprendida, amada,
y responde con un gesto de amor, se deja tocar por la misericordia de Dios y obtiene
el perdón, comienza una vida nueva. Dios, el Viviente, es misericordioso.