En el Evangelio de este
domingo, el Señor pregunta a sus discípulos: «Y ustedes, ¿quién dicen que soy
yo?». A esta pregunta el apóstol Pedro responde prontamente: «Tú eres el Cristo
de Dios, el Mesías de Dios», superando así todas las opiniones terrenas que
consideraban a Jesús como uno de los profetas.
Según san Ambrosio, con esta
profesión de fe, Pedro «abrazó todas las cosas juntas, porque expresó la naturaleza
y el nombre» del Mesías. Y Jesús, ante esta profesión de fe renueva a Pedro y a
los demás discípulos la invitación a seguirlo por el camino arduo del amor
hasta la cruz. También a nosotros, que podemos conocer al Señor mediante la fe
en su Palabra y en los sacramentos, Jesús nos propone que lo sigamos cada día y
también a nosotros nos recuerda que para ser sus discípulos es necesario
adueñarse del poder de su cruz, vértice de nuestros bienes y corona de nuestra
esperanza.
San Máximo el Confesor
observa que «el signo distintivo del poder de nuestro Señor Jesucristo es la
cruz, que él cargó sobre sus hombros». De hecho, «decía a todos: “Si alguno
quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame”».
Tomar la cruz significa
comprometerse para vencer el pecado que obstaculiza el camino hacia Dios,
aceptar diariamente la voluntad del Señor, aumentar la fe sobre todo ante los
problemas, las dificultades y el sufrimiento. La santa Edith Stein nos lo
testimonió en un tiempo de persecución. En 1938 escribió lo siguiente desde el
carmelo de Colonia: «Hoy comprendo… lo que quiere decir ser esposa del Señor en
el signo de la cruz, aunque no se comprenderá nunca totalmente, puesto que es
un misterio… Cuanto más densa es la oscuridad a nuestro alrededor, más debemos
abrir el corazón a la luz que viene de lo alto».
También en la época actual
son muchos los cristianos en el mundo que, animados por el amor a Dios, toman
cada día la cruz, tanto la de las pruebas cotidianas, que a veces requiere la
valentía del sacrificio extremo. Que el Señor nos conceda a cada uno poner
siempre nuestra sólida esperanza en él, con la seguridad de que, al seguirlo
llevando nuestra cruz, llegaremos con él a la luz de la Resurrección.
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