La devoción al Corazón de
Jesús ha existido desde los primeros tiempos de la Iglesia, desde que se
meditaba en el costado y el Corazón abierto de Jesús, de donde salió sangre y
agua. De ese Corazón nació la Iglesia y por ese Corazón se abrieron las puertas
del Cielo.
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