La resurrección de los muertos fue
revelada progresivamente por Dios a su Pueblo. En sus pruebas, los mártires
Macabeos confiesan:
El Rey del mundo a nosotros que morimos por sus leyes,
nos resucitará a una vida eterna. Es preferible
morir a manos de los hombres con la esperanza que Dios otorga de ser
resucitados de nuevo por él.
Los fariseos y muchos contemporáneos
del Señor esperaban la resurrección. Y Jesús enseña firmemente a los saduceos
que la niegan y les dice: “Ustedes no conocen ni las Escrituras ni el poder de
Dios, ustedes están en el error”. La fe en la resurrección descansa en la fe en
Dios que “no es un Dios de muertos sino de vivos”.
Jesús asocia la fe en la
resurrección a la fe en su propia persona: “Yo soy la resurrección y la vida”
(Jn 11, 25). Es el mismo Jesús el que resucitará en el último día a quienes
hayan creído en él. (cf. Jn 5, 24-25; 6, 40) y hayan comido su cuerpo y bebido
su sangre (cf. Jn 6, 54). En su vida pública ofrece ya un signo y una prenda de
la resurrección devolviendo la vida a algunos muertos (cf. Mc 5, 21-42; Lc 7,
11-17; Jn 11).
Ser testigo de Cristo es ser “testigo
de su Resurrección. La esperanza cristiana en la resurrección está totalmente
marcada por los encuentros con Cristo resucitado. Nosotros resucitaremos como
El, con El, por El.
¿Qué es resucitar? En la muerte, separación del alma y
el cuerpo, el cuerpo del hombre cae en la corrupción, mientras que su alma va
al encuentro con Dios, en espera de reunirse con su cuerpo glorificado.
¿Quién resucitará? Todos los hombres que han muerto: “los
que hayan hecho el bien resucitarán para la vida, y los que hayan hecho el mal,
para la condenación”
¿Cómo? Cristo resucitó con su propio cuerpo: “Mirad mis
manos y mis pies; soy yo mismo”, pero El no volvió a una vida terrenal. Del
mismo modo, en El “todos resucitarán con su propio cuerpo, que tienen ahora” pero
este cuerpo será “transfigurado en cuerpo de gloria”, en “cuerpo espiritual”
Este “cómo” sobrepasa nuestra
imaginación y nuestro entendimiento; no es accesible más que en la fe. Pero
nuestra participación en la Eucaristía nos da ya un anticipo de la
transfiguración de nuestro cuerpo por Cristo:
¿Cuándo? Sin duda en el “último día” “al fin del mundo”. En
efecto, la resurrección de los muertos está íntimamente asociada a la Parusía
de Cristo:
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