domingo, 29 de octubre de 2017

POCAS COSAS HAN CAMBIADO EN NUESTRO PAÍS


De aquella época terrible, en la que el Beato Stanley encontró el martirio hasta nuestros días, pocas cosas han cambiado en nuestro país: hoy también vivimos el terror del crimen organizado, nos inunda el  cáncer espantoso de la corrupción que hace metástasis en todas las instituciones gubernamentales -también incluso en la vida privada, la familia y en algunos ambientes de las iglesias-. Hoy como hace 36  años también  encontramos enormes injusticias y miserias en un país lleno de riqueza. ¡Pero algo importante ha ocurrido! 

Hoy la Iglesia en estas  tierras florece inesperadamente. Después de cuatro… casi cinco  siglos, la antigua  cristiandad de Atitlán ve con santo orgullo a cuatro de sus hijos ordenados sacerdotes y otros más preparándose en el seminario. La Iglesia en Sololá-Chimaltenango, gracias  al testimonio de los mártires y de tantos sacerdotes fieles, atesora ahora un seminario repleto de vocaciones nativas que está  dando abundantes  sacerdotes  para nuestras parroquias. Ahora advertimos que el legado del Padre Apla’s es algo que merece la pena continuar no solo en Atitlán, y confirmamos aquello aprendido de los Padres: la sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos. La apostólica diócesis de Oklahoma que generosamente ofrendó a uno de sus sacerdotes, también está viendo los frutos de la generosidad de sus hijos y los seguirá viendo con la indisoluble hermandad que ahora existe con Sololá.




Durante nuestra visita a Oklahoma, el párroco de Atitlán y yo tuvimos la oportunidad de regalar a Monseñor Paul Coakley, arzobispo de Oklahoma y a Monseñor Antony Tylor, obispo de Little Rock, una pequeña gota de la sangre del nuevo Beato. Estas reliquias preciosas de primer orden, presentadas de parte de nuestro obispo, fueron recogidas durante el reconocimiento canónico que hicimos en Atitlán en el mes de agosto: el corazón y la sangre del padre Apla’s. Esa sangre y ese corazón aún siguen incorruptos. Es el corazón que no envejece ni se corrompe porque palpita enamorado de Cristo y de su rebaño. Esa sangre martirial indisolublemente unida a  la  de Cristo, también peregrinará dentro de unas semanas por cada una de nuestras parroquias, como testimonio y motivo de consuelo y fortaleza para quienes se sienten desanimados. 

También pudimos regalar a nuestros anfitriones una  pequeña  imagen  de la patrona de Guatemala, la virgen del Rosario y el tejido que solía llevar sobre los hombros el nuevo el Beato; es la mirada de la Madre que queremos que se aparte de esta tierra y son los hilados ancestrales de nuestro pueblo que identifican a quien ejerce la autoridad para el bien común y a quien con su vida ejemplar los ha ennoblecido aún más. 

…Ahora advertimos que el legado del Padre Apla’s es algo que merece la pena continuar no solo en Atitlán.


Dios nos ofrece en el nuevo beato el ejemplo de su vida, la ayuda de su intercesión y la participación en su destino, para que, animados por su presencia  alentadora, luchemos sin desfallecer en la carrera y alcancemos, como él, la corona de gloria que no se marchita. Una de las tantas gracias de la beatificación es la posibilidad de difundir la devoción al nuevo  beato  en  cada una  de  nuestras parroquias. Seguimos la venerable tradición de la Iglesia y contamos con la sensibilidad de nuestro pueblo tan rico en manifestaciones de religiosidad popular. Nos toca continuar el proceso de canonización convencidos de la valiosa intercesión de este sacerdote nuestro, hermano en nuestro presbiterio. Ante el sepulcro del beato Stanley Rother en Oklahoma y ante su sangre aún incorrupta en Atitlán, nos arrodillamos implorando su valiosa intercesión sobre nuestra patria aún ensangrentada por la violencia, sobre nuestros sacerdotes y sobre aquellos que más lo necesitan.

P. Tulio Omar

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Si te gustó el artículo, déjame tu comentario.