miércoles, 23 de febrero de 2022

¿CUÁLES SON LOS 3 INGREDIENTES DEL AMOR VERDADERO?

Para cuidar el amor en el matrimonio hay una regla de oro que se compone de tres elementos:

1 ATRACCIÓN

La otra persona se presenta como un bien para mí, como una realidad que se manifiesta de manera positiva, alegre y atrayente para mí. Trabajar ese amor a través de la atracción supone cuidar no sólo el aspecto y la presencia física, sino los detalles de cariño, los detalles de humor, introducir rutinas de afecto y evitar la monotonía. 

Pedir cariño cuando lo necesitemos (pero sin exigirlo) y dar afecto, con palabras, con gestos (cada matrimonio tendrá sus códigos). Decir ‘te quiero’. 

Ser capaz de descubrir cada día algo positivo del otro (tratando, por ejemplo, de mirarle como si fuese la primera vez que le vemos, valorar lo que hace, por pequeño que parezca, redescubrir al otro/a) y darse a la otra persona de manera incondicional. Saber ver que el otro/a es bueno para mí y me hace ser mejor, es ejercitar la confianza en el matrimonio. 

2 DESEO 

Entendido no como un deseo de posesión o de mero deseo sexual, sino descubrir a la otra persona como una bien necesario para mí, que me hace mejor como persona. Para ello, habrá que cultivar el dar y recibir cariño, buscar y cuidar los tiempos de intimidad en pareja y los tiempos de relación con otras personas, encontrando un equilibrio maduro. 

Saber pedir perdón y perdonar. Ser agradecido, anhelar y aprender a querer bien al otro. 

3 QUERENCIA 

Se refiere a desear el bien del otro y actuar con ese fin. En la medida en que vamos poniéndolo en práctica, vamos invirtiendo en esta relación, transformándose en un querer recíproco en el que ya no somos tú o yo, somos nosotros. 

El amor supone siempre dedicación y donación al otro, tiempo, compromiso con el otro, con el nosotros. En la carta de San Pablo a los Corintios tenemos todos los ingredientes del amor verdadero: 

«El amor es paciente, es servicial; el amor no tiene envidia, no hace alarde, no es arrogante, y no obra con dureza, no busca su propio interés, no se irrita, y no lleva cuentas del mal, no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, y todo lo espera, y todo lo soporta» (1 Co 13,4-7) 


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