sábado, 3 de junio de 2017

CATECÚMENOS DE PAREJAS UNIDAS ¿QUÉ ES UN CATECÚMENO?


“Catecúmeno” en la iglesia de los primeros tiempos, era el nombre aplicado a quien no había sido todavía iniciado en los sagrados misterios, pero experimentaba un curso de preparación para este propósito. La palabra aparece en Gal. Vi, 6: “Dejen al que es instruido en la palabra, [ho katechoumenos, is qui catechizatur] participarle a quien le instruye [to katechounti, ei qui cathechizat] de toda clase de bienes.” Otras acepciones del verbo katicksein aparecen en I Cor., xiv,19; Lucas, i, 4; Hechos, xviii, 24.



Como la aceptación del Cristianismo implica la creencia en un cuerpo de doctrina y la observancia de la Ley Divina (“enseñen, hagan discípulos, preparados”; enseñándoles a guardar todo lo que yo he mandado a ustedes”, Mateo, xxviii, 20), está claro que alguna clase de instrucción preliminar debe haber sido dada a los conversos. En el tiempo de los Apóstoles esto podría variar según fueran Judíos o paganos, y era naturalmente simple en carácter y corto en duración. Sin embargo, cuando las iglesias comenzaron a organizarse, la instrucción y probidad serían más largas y más elaboradas. Así, desde la fecha de la Epístola a los Gálatas (56-57?) nos encontramos con las menciones de catequista y catecúmeno; pero no podemos deducir de esto que el sentido completo de las denominaciones estaba ya en vigor. Era considerable el peligro de la Apostasía, o aun la traición en tiempo de persecución, lo cual dio lugar a tomar precauciones especiales para la admisión en la Iglesia. 



Para descartar este peligro fue necesaria una cuidadosa preparación intelectual y moral: intelectual para protegerse contra los argumentos de los filósofos paganos; moral, para dar fuerza contra los tormentos de los perseguidores. Esta es la “prueba de fe más preciosa que el oro que es probado al fuego” del cual S. Pedro habla (I P, i, 7). De ahí encontramos la primera Apología de S. Justino (c. Lxi, P.G. VI, 420), una referencia distinta de la doble preparación y además de los más elaborados ritos de iniciación: "Aquellos que están convencidos y creen en la verdad de nuestras enseñanzas (didaskomena) y dicen empezar a vivir consecuentemente; son enseñados a pedir, con el ayuno, la remisión de sus pecados; nosotros también oramos y ayunamos con ellos. Entonces ellos son conducidos por nosotros a un lugar donde hay agua, y son regenerados de la misma manera que hemos sido regenerados", etc. Hacia el final del siglo II encontramos el catecumenado en la fuerza de todas sus líneas principales. Tertuliano reprocha a los herejes ignorándolos; en medio de ellos, él dice "no se sabe cuál es el catecúmeno y cual el fiel, todos vienen a ser iguales [hacia los misterios], todos oyen los mismos discursos y dicen las mismas oraciones".



No es necesario señalar nuevas autoridades para el tercero y cuarto siglo, tiempo en que el catecumenado floreció en su forma completa. Durante los años de persecución la necesidad de la institución fue realizada, y en los intervalos de paz las disposiciones fueron más y más elaboradas. Sin embargo, cuando el Cristianismo finalmente triunfó sobre el paganismo, las razones para conservar el catecumenado se hicieron menos urgentes. La mayoría era nacidos en familias Cristianas, entonces eran criados en la Fe, y estaban fuera del peligro de caer en el paganismo. Más adelante, con el desarrollo creciente de la doctrina de la gracia y del pecado original, la práctica del bautismo precoz se hizo una regla. Posteriormente, la conversión de los bárbaros excluyó la posibilidad de someterlos a cualquier período prolongado de preparación. De ahí el catecumenado gradualmente cayó en desuso, y simplemente ha dejado rastros en los ritos existentes de bautismo y acogida en la Iglesia. De todos modos hasta ahora, una especie informal de las viejas regulaciones debería ser observada en el caso de adultos conversos.


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