La que fue Madre de Dios e
Inmaculada desde su Concepción, convenía, no podía, sufrir la corrupción del
sepulcro. Su santa dormición fue un vértigo místico de amor entrañable a su Dios,
y enseguida un raudo vuelo de paloma a lo más encumbrado de los cielos,
cortejada por los coros angélicos.
Desde su exaltado sitial
queda entronizada como Reina de todos los Santos, con la correspondiente «
omnipotencia suplicante». Subió hasta la diestra de su Hijo bendito para
preceder en la gloria a sus hijos adoptivo, que son casi legión, que son casi infinitos.
Por todos se interesa, como madre e intercesora, la « llena de gracia», la «
más bendita de todas las mujeres».
Fuente; EWTN
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