De aquella época terrible, en la que el Beato Stanley encontró el
martirio hasta nuestros días, pocas cosas han cambiado en nuestro país: hoy también
vivimos el terror del crimen organizado, nos inunda el cáncer espantoso de la corrupción que hace metástasis
en todas las instituciones gubernamentales -también incluso en la vida privada,
la familia y en algunos ambientes de las iglesias-. Hoy como hace 36 años también encontramos enormes injusticias y miserias en un país lleno de riqueza. ¡Pero algo importante ha ocurrido!
Hoy la Iglesia en estas tierras florece inesperadamente. Después de cuatro… casi cinco siglos, la antigua cristiandad de Atitlán ve con santo orgullo a cuatro de sus hijos ordenados sacerdotes
y otros más preparándose en el seminario. La Iglesia en Sololá-Chimaltenango, gracias al testimonio de los mártires y de tantos sacerdotes
fieles, atesora ahora un seminario repleto de vocaciones nativas que está dando abundantes
sacerdotes para nuestras parroquias. Ahora advertimos que el legado del Padre
Apla’s es algo que merece la pena continuar no solo en Atitlán, y confirmamos aquello aprendido de los Padres: la sangre de los mártires es semilla
de nuevos cristianos. La apostólica diócesis
de Oklahoma que generosamente ofrendó a uno de sus sacerdotes, también está viendo
los frutos de la generosidad de sus hijos y los seguirá viendo con la indisoluble
hermandad que ahora existe con Sololá.
Durante nuestra visita a Oklahoma, el párroco de Atitlán y yo tuvimos la oportunidad de regalar a Monseñor Paul Coakley, arzobispo de Oklahoma y a Monseñor Antony Tylor, obispo de Little Rock, una
pequeña gota de la sangre del nuevo Beato. Estas reliquias preciosas de primer orden, presentadas
de parte de nuestro obispo, fueron recogidas durante el reconocimiento canónico
que hicimos en Atitlán en el mes de agosto: el corazón y la sangre del padre Apla’s. Esa sangre y ese corazón aún siguen incorruptos. Es el corazón que no envejece ni se corrompe
porque palpita enamorado de Cristo y de su rebaño. Esa sangre
martirial indisolublemente unida a la de Cristo, también peregrinará dentro de unas semanas
por cada una de nuestras parroquias, como testimonio y motivo de consuelo y fortaleza
para quienes se sienten desanimados.
También pudimos regalar a nuestros anfitriones una pequeña
imagen de la patrona de Guatemala, la virgen del Rosario y el tejido que solía llevar sobre los hombros el nuevo el Beato; es la mirada de la Madre que queremos que se
aparte de esta tierra y son los hilados ancestrales de nuestro pueblo que identifican a
quien ejerce la autoridad para el bien común y a quien con su vida ejemplar los ha ennoblecido aún más.
…Ahora advertimos que el legado del Padre Apla’s es algo que merece la pena continuar no solo en Atitlán.
Dios nos ofrece en el nuevo beato el ejemplo de su vida, la ayuda de su intercesión y la participación en su destino, para que, animados por su presencia alentadora, luchemos sin desfallecer en la carrera y alcancemos, como él, la corona de gloria que no se marchita. Una de las tantas gracias de la beatificación es la posibilidad de difundir la devoción al nuevo beato en cada una de nuestras parroquias. Seguimos la venerable tradición de la Iglesia y contamos con la sensibilidad de nuestro pueblo tan rico en manifestaciones de religiosidad popular. Nos toca continuar el proceso de canonización convencidos de la valiosa intercesión de este sacerdote nuestro, hermano en nuestro presbiterio. Ante el sepulcro del beato Stanley
Rother en Oklahoma y ante su sangre aún incorrupta en Atitlán, nos arrodillamos
implorando su valiosa intercesión sobre nuestra patria aún ensangrentada por la violencia, sobre
nuestros sacerdotes y sobre aquellos que
más lo necesitan.
P. Tulio Omar