¡Cuántas veces has oído y quizás tú
mismo has dicho esta frase!
Y no es que sea descartada, sino que
puede entenderse mal y, con ello, convertirse en un anestesiante de las fuerzas
del espíritu.
Esperar y dejarse estar; esperar… y
aguardar pasivamente; esperar… y dormirse; esperar… y engañarse… Todo esto son
distintas formas de inacción, de pereza, de cobardía; son formas con las que
cubrimos estados anímicos nuestros poco confiables para nuestra misma conciencia.
En cambio, trabajar con perseverancia,
esforzarse con denuedo, pensar seriamente en orden a la acción, confiar en Dios
y en uno mismo, esperar en que nuestro esfuerzo personal triunfará y que para
ello Dios nos ayudará, esto es verdaderamente “esperanza”.
La esperanza no puede inhibir, no
puede alienar; la esperanza suelta más bien las alas y empuja hacia la acción.
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