Así se
expresa nuestro Obispo recordando la figura de un gran Papa. El año pasado, por
estos días, asistimos a la inusitada noticia de que el papa Benedicto XVI había
decidido renunciar. El anuncio ocurrió el día 11 de febrero y entró en vigencia
el 28 de febrero de 2013. La noticia fue sensacional y provocó en un primer momento
la sorpresa general así como la inmediata expectativa sobre quién sería su
sucesor. Ocho años antes, al fallecimiento del beato Juan Pablo II, fue él
elegido para suceder a ese papa grande que dominó el escenario eclesial y
mediático por más de un cuarto de siglo. Hoy, un año después de su renuncia,
este artículo quiere ser un tributo a la figura del papa Ratzinger.
Subrayo en primer lugar la dimensión de campeón de Dios
con que vivió su entero pontificado. Fue el papa que más nos ha hablado de Dios
y no solo de las cosas concernientes a Dios o que quieren aproximarnos al
misterio inefable, sino de Dios mismo, de su ser, de su presencia, de su gracia
y de su acción. En tiempo en que muchos rasgos y actores de la cultura
contemporánea quieren sacar a Dios de la cotidianeidad, de la vida pública, del
discernimiento en el ámbito humano de las decisiones, el papa Benedicto fue
infatigable en mantener el dedo en la tecla de Dios.
Nada sin Él porque Él es
principio y fundamento de todo y nada que lo ignore o que manipule su santo
nombre. Teólogo de profesión y de vocación, Benedicto XVI ha sido el gran papa
teólogo, el papa de la fe, seguramente el mejor teólogo que haya llegado en la
historia a ocupar la silla de Pedro. A la vez, el hombre sencillo, intelectual,
cortés y gentil, tímido y profundo que vivió como apasionado por la causa de
Dios en sus diferentes épocas de la vida. Aun hoy, en la ancianidad y en el
retiro nos manda un mensaje profundo y reconfortante: “Mi única y última tarea
es sostener con la oración el pontificado de Francisco”.
Fue no solo el gran teólogo católico que nos habló siempre
de Dios, de modo profundo, articulado y coherente sino que ha sido también el
gran intelectual que ha defendido el lugar de la razón en la hegemonía de la
interpretación de lo humano.
Frente a racionalistas que excluyen a Dios del discurso
público y frente a fideístas y fundamentalistas que quieren situar el ámbito de
lo religioso fuera del discurso racional, Benedicto XVI defendió siempre la
profunda amistad entre fe y razón.
El papa Francisco es sin duda mucho más popular y
mediático que Benedicto XVI así como el papa Juan Pablo II también lo fue. En
los tres últimos papas encontramos personalidades y carismas diferentes que
cada uno puso al servicio del ministerio petrino que, en fe, reconocemos viene
del Espíritu Santo.
Benedicto XVI ha sido un gran papa y reconocerlo hoy me
parece un tributo de justicia para quien ejerció su ministerio con valentía,
enfrentando los problemas, incluidos los más tristes y graves que enfrentaba la
Iglesia. Su renuncia fue un acto de amor y también un acto de profunda fe y de
análisis racional para decidir lo mejor para la Iglesia en ese momento. Muchas
gracias, Santidad. Texto Original
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