Esta parábola se refiere al misterio de la creación y de
la redención, del trabajo fecundo de Dios en la historia. Él es el Señor del
Reino, el hombre su humilde colaborador, el que contempla y disfruta de la
acción creadora divina y espera pacientemente los frutos.
La cosecha final nos recuerda la intervención final de Dios
al final de los tiempos, cuando Él establecerá a plenitud su Reino. El momento
actual es el momento de la siembra, y el crecimiento de la semilla está
asegurada por el Señor. Todo cristiano, por tanto, sabe que debe hacer todo lo
posible, pero que el resultado final depende de Dios.
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