El tema dominante en las
lecturas de este domingo es el de la hospitalidad. En la primera lectura, Dios
mismo se presenta como huésped a Abrahán (la tradición cristiana ha interpretado
siempre a los tres hombres aparecidos a Abrahán como símbolo de la Trinidad) y
en el fragmento evangélico, es Jesús quien es acogido como huésped en la casa
de Marta y María. Que valor tan grande tiene la hospitalidad.
La hospitalidad no es sólo
un gesto de humanidad sino un aspecto del mandamiento nuevo de Cristo. Acoger
al huésped y al forastero significa acoger a Cristo mismo, que se ha
identificado con él: «Porque... era forastero, y me acogisteis». Después, no es
necesario olvidar que en un sentido todavía más verdadero y radical todos
nosotros somos huéspedes en este mundo, peregrinos y forasteros, en camino
hacia el Señor.
Y en el Evangelio siempre
será ejemplar ese deseo de Marta de servir al Señor y a la numerosa comitiva
que le acompaña, Jesús la reprende cariñosamente cuando ella se incomoda con la
actitud de su hermana al no prestarle ayuda. Marta está muy atareada con las
cosas que va a poner en la mesa al Señor, pero se está olvidando del Señor de
las cosas. Marta, Marta, tú te preocupas y te inquietas por muchas cosas. Jesús
le recuerda que el trabajo no debe absorbernos de tal forma que no dispongamos
de tiempo para escuchar la Palabra de Dios.
Hemos de trabajar mucho y
bien, porque tenemos en nuestras manos los intereses de mucha gente. El médico,
la salud y la vida de los demás; el abogado, los derechos; el profesor, el
futuro profesional de sus alumnos; el arquitecto, las viviendas; el ingeniero,
el policía, el mecánico... ¡Qué compromiso y qué responsabilidad porque Jesús nos
lo ha asegurado: “Lo que hicisteis por uno de estos, mis hermanos más pequeños,
conmigo lo hicisteis”.
No hay tarea que justifique
el abandono de la atención espiritual y corporal que como seres humanos
necesitamos. Una persona que, como Marta, agobiada por los quehaceres diarios
no tuviera tiempo para Dios, para los suyos, para su descanso físico y
espiritual, acabará no teniendo tiempo para nada ni para nadie, ni siquiera
para hacer bien ese trabajo.
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