La vida interior supone la
vida sobrenatural. No es otra cosa que la cooperación de nuestra voluntad con
la gracia, con los movimientos íntimos mediante los cuales el Espíritu Santo,
nuestro Huésped, nos atrae y nos guía. Debemos, por tanto, mencionar a la Santa
comunión entre los principales medios de que disponemos para conservar,
defender y acrecentar esta preciosa vida interior. Porque es por la Santa
Comunión, sobre todo, que la vida sobrenatural se conserva, lucha y crece en
nosotros.
Los dos fines de Jesús
La santa comunión continúa y
consuma en nuestro corazón el sacrificio del altar. Es decir que la misa llama
normalmente a la comunión, y que comulgando debemos hacer nuestras las
intenciones que animan a Jesús al momento del sacrificio y al momento de su
venida en nosotros. Acercándonos a la sagrada mesa, tratemos de entrar en los
designios del Salvador. Cristo se propone dos cosas en el acto sagrado de
nuestra comunión. La primera y principal, es ofrecer en y con nosotros su
adoración amantísima a la Trinidad santa, que habita en nuestra alma. La
segunda es santificarnos.
Fuente; www.aciprensa.com
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