viernes, 19 de abril de 2013

CRISIS DOCTRINALES


Las hubo desde el comienzo: el primer Concilio de Jerusalén, al que asistieron los Apóstoles, resolvió la cuestión judaizante: a los cristianos no se debía imponer la ley de Moisés. Después del “edicto de Milán”, los seguidores de un tal Donato rechazaban al obispo de Cartago y habían puesto otro en su lugar. Pronto hubo tantos obispos donatistas como católicos en toda África y Numidia.

Gracias a la mediación del emperador Constantino se logró un acuerdo que poco a poco puso orden en la Iglesia. Más grave aún fue la controversia que se originó por la predicación de Arrio, presbítero de Alejandría, quien sostenía que el Hijo era inferior al Padre y por tanto no era Dios sino una criatura suya, aunque ciertamente la más excelsa.

De gran brillantez,  Arrio arrastró a muchos obispos a su parecer y aunque la herejía fue condenada desde el comienzo, se extendió. Por fin se convocó un Concilio ecuménico en Nicea  (325) que definió la igualdad del Hijo y el Padre (consubstancial al Padre); pero el arrianismo intrigó y luchó durante más de cincuenta años, pues los emperadores orientales los favorecían.

San Atanasio, obispo de Alejandría, gran defensor de la verdad, fue desterrado numerosas veces de su sede. Por fin, gracias al trabajo de varios obispos entre los que destacó San Basilio el Grande, se encontró el camino para aceptar las fórmulas de Nicea y se confirmó en el segundo Concilio ecuménico de Constantinopla (381).


1 comentario:

  1. Muy bueno z, me hizo recordar las clases en el seminario. Los santos padres son una guia segura para la verdadera doctrina

    ResponderEliminar

Si te gustó el artículo, déjame tu comentario.