martes, 16 de abril de 2013

LAS PERSECUCIONES


Muy pronto el Evangelio encontraría oposición, que primero vino de los judíos y luego, de los gentiles. Las persecuciones sirvieron para llevar la semilla del Evangelio por otros lugares. También hubo muchos mártires: fieles que dieron su vida por amor a la verdad del Evangelio. 

Desde el comienzo los emperadores romanos desataron, a veces instigados por los judíos, fuertes persecuciones contra los que creían enemigos del estado. Se conocen dos principales (mitad del s. III), de Decio y Valeriano, militares anárquicos. 

La tercera fue la más cruel bajo Dioclesiano y quizá a su pesar: este emperador había logrado reorganizar el imperio, aunque en línea de disminución de la libertad. Pocas defecciones. Conocemos detalles por las narraciones históricas de Eusebio, obispo de Cesárea de Palestina. Desde el inicio, a los mártires se les tributó una veneración especial que se manifestaba en la conmemoración del día de su muerte (dies natalis: día de su nacimiento al Cielo, verdadera Vida) y en la construcción de altares sobre sus reliquias. El primer mártir fue el diácono Esteban (Hch 7, 54 y ss).

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