Actualmente preguntarse por la verdad es considerado por muchos como una actitud antimoderna, acientífica; se habla de una comprensión histórica para excluir la cuestión de la verdad. Ya no tiene sentido preguntar sobre lo que es una cosa, sólo podemos preguntar sobre lo que podemos hacer con las cosas. La cuestión no es la verdad, sino la praxis, el dominio de las cosas para nuestro provecho. Ya no hay una verdad a buscar, sino posiciones sobre la verdad.
¿Cuál es la causa de este modo de concebir las cosas? El Cardenal Ratzinger habla de un giro lingüístico, que ha llevado a un predominio de un método filológico y de la pérdida de realidad.
Cuando la escritura, lo escrito, se convierte en barrera frente al contenido, no hace al hombre más sabio, sino que le extravía en una sabiduría falsa y enferma. La interpretación de la Palabra (Dios) no puede llevarnos de interpretación en interpretación, sin llegar nunca a descubrir una afirmación simplemente verdadera. El hombre puede y debe buscar el acceso a lo real, que está tras las palabras y en las palabras y a través de ellas.
La cultura en cuanto tal –enraizado en la persona humana- está abierto a la verdad objetiva, presumir de cultura renunciando a la verdad o relativizando eso es traicionar a la misma cultura. En este contexto la filosofía tiene que preguntarse siempre sobre el hombre, es decir, sobre la vida y la muerte, Dios y la eternidad. Para ello tendrá que servirse hoy de las supuestas aporías científicas que aparta al hombre de tales cuestiones y, a partir de las aporías que nuestra sociedad pone a la vista, intentar abrir siempre de nuevo el camino hacia lo necesario, a la cuestión de la verdad.
Cardenal Ratzinger |
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