El cordero sobre el hombro del buen pastor (Cesarea marítima) |
En todos los tres ciclos litúrgicos,
el cuarto Domingo de Pascua presenta un fragmento del Evangelio de Juan sobre el
Buen Pastor.
El domingo pasado, el Evangelio
nos trasladaba entre los pescadores, hoy en cambio el Evangelio nos conduce entre
los pastores. Dos categorías de igual importancia en los Evangelios. De una procede
el título de «pescadores de hombres», de la otra el de «pastores de almas», dado
a los apóstoles.
La mayor parte de Judea era un altiplano
de suelo áspero y pedregoso, más adaptado al pastoreo que a la agricultura. La
hierba era escasa y el rebaño debía trasladarse continuamente de una parte a otra;
no había muros de protección y esto exigía una constante presencia del pastor en
medio del rebaño.
En el Antiguo Testamento, Dios era
el pastor de su pueblo: «El Señor es mi pastor, nada me falta» (Salmo 23,1). «Él
es nuestro Dios y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía» (Salmo 95,7). Esta
imagen ideal del pastor encuentra su plena realización en Cristo. Él es el Buen
Pastor, que va en busca de la oveja perdida; se apiada del pueblo, porque lo ve
«como oveja sin pastor» (Mateo 9, 36) Y llama a sus discípulos «pequeña grey»
Celebra hoy la Iglesia la Jornada Mundial de oración
por las vocaciones. Vocación significa llamada y, cuando en el seno de la Iglesia
nos referimos a la vocación, queremos expresar concretamente la llamada que Dios
hace a cada hombre. Nuestro Creador nos llama y, en este sentido, todos los hombres
tenemos vocación, puesto que debemos ser santos por especial designio de Dios. Dios
llama al hombre de un modo singular.
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