viernes, 6 de junio de 2014

MAXIMÓN

Maximón
 Maximón se trata de un “tipo” bien conocido sin duda en nuestros ambientes, ¿Quién no ha oído hablar de él, incluso visto su imagen alguna vez, aunque sólo haya sido en la prensa? Eso, también nos podemos referir a las imágenes que están al alcance de muchos en cualquier lado. En pocas palabras es un “personaje” popular, que algunos pretenden presentárnoslo, tal vez ingenuamente, como un producto inocuo de nuestra creatividad religioso-cultural.

Muchos lo conocen sólo superficialmente, dado que no imaginan lo que se esconde tras el culto que recibe, sin embargo no faltan quienes sospechan o sencillamente entienden bien el mundo de mentira y de pecado que lleva consigo el culto a ese “santo” y digo “santo” porque, como es de dominio público, se le domina también con el nombre de “San Simon”.

Cuando uno se entera de que es objeto de culto “religioso”, y de los gestos y ritos en que viene envuelta la devoción que algunos le profesan (ofrecimiento de bebidas, algunas alcohólicas, comida, etc).

El culto a Maximón no es un simple fenómeno de devoción por exceso (exageración), como podría ser el caso del culto otorgado a la reliquia de un santo, de dudosa identidad; o el de la devoción a un santo, cuya existencia histórica no estuviera suficientemente probada. Nada de eso.

Se trata de un culto a todas luces idolátrica, como acabamos de escribir. El asunto es, valorado con objetividad, moralmente gravísimo, porque estamos aunque a algunos les interese mantener y propagar el engaño ante un fenómeno de culto al mismísimo demonio; un culto, como es fácil de adivinar, camuflado; un culto en el que Satanás una vez más se sirve de la malicia de algunos y de la ignorancia religiosa de muchos para proseguir, en cuanto le sea posible, su labor destructora de la verdadera fe y religión.





 Ante cualquier duda de esta entrada, confrontar el libro Me llaman “Maximón” Satanás con corbata y sobrero, del padre Abelardo Pérez.

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