Proyecto de vida |
¿Qué vas a ser con tu vida? ¿Has
pensado alguna vez de entregar tu existencia totalmente a Cristo? Muchas veces
la persona se encuentra en la encrucijada de nuestra vida y debe decidir cómo
puede vivir un futuro feliz, aceptando las responsabilidades del mundo que nos
rodea. Hay que considerar que para hacer este proyecto de vida no estamos
solos, porque nuestro proyecto de vida influye muchas veces en la vida de los
demás, porque siempre pensamos hacer algo en la vida, para servir a los demás.
Pero en el proyecto de vida hay algo que tenemos que considerar si queremos ser
felices, es la convicción de ser santos y esa santidad va dirigido a todos los
cristianos.
Esta
santidad no ser trata de un privilegio de una élite espiritual, sino más bien
de una gracia propuesta a todos los bautizados, la santidad cristiana consiste
en luchar por no ceder y volver a levantarse siempre, después de cada caída. Y
no deriva tanto de la fuerza de voluntad del hombre, sino más bien del esfuerzo
por no obstaculizar nunca la acción de la gracia en la propia alma, y ser más
bien un humilde colaborador. Con lo dicho ya nos da una pauta que muchas veces
el proyecto de vida de cada uno, como que no se lleva a cabo, porque nos damos
cuenta que hay una llamada es decir una vocación en medio de nuestro proyecto,
y que con nuestra libertad podemos cambiar nuestro proyecto de vida.
Muchas
veces nuestro proyecto de vida es ser ingeniero agrónomo y encaminamos todo
nuestra meta hacia ella, es decir; estudios, ilusión, etc. Pero resulta que
Dios tiene otro proyecto para nosotros, y es el ser Sacerdote. Nuestro proyecto
de vida cambia en el momento del Sí a la vocación. Pero cuando no encontramos
el por qué de nuestra existencia, después de vanas y extenuantes búsquedas,
podemos caer en la desesperación. Y sólo después de encontrarnos con la verdad
podemos dar un suspiro como San Agustín, “Qué tarde te amé”.
Ahora
bien si nos centramos a la vocación decimos, que la vocación es un misterio que
el hombre acoge y vive en los más íntimo de su ser, depende de su soberana
libertad y escapa a nuestra comprensión. No tenemos que exigirle explicaciones,
y decirle: ¿Por qué me haces esto? Puesto que Quine llama es el Dador de todos
los bienes. Todos hemos sido llamados, cada uno de un modo concreto, para ir y
dar muchos frutos.
Los discípulos por ejemplo, fueron elegidos por el Maestro,
no se presentaron voluntariamente, al menos en su inicio, porque la amistad que
ofrece a Jesús es completamente gratuita. Y el que se siente querido de Jesús
también se siente a su vez obligado a ser un discípulo fiel y activo. Y esto es
dar fruto. En conclusión decimos, que en la raíz de toda vocación, no se da una
iniciativa humana o personal con sus inevitables limitaciones, sino una
misteriosa iniciativa de Dios, distinta del proyecto humano.
La
llamada del hombre está primero en Dios, en su mente y en la elección que Dios
mismo realiza y que el hombre tiene que leer en su propio corazón. Al percibir
con claridad esta vocación que viene de Dios, el hombre experimenta la
sensación de su propia insuficiencia. Trata incluso de defenderse anta la
responsabilidad de la llamada. Y así, como sin querer, la llamada se convierte
en el fruto de un diálogo interior con dios y es, incluso, hasta a veces como
el resultado de una llamada con Él.
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