Imposición de manos |
En el gesto
sacramental de la imposición de las manos por parte del obispo fue el mismo
Señor quien nos impuso las manos. Este signo sacramental resume todo un
itinerario existencial. En cierta ocasión, como sucedió a los primeros
discípulos, todos nosotros nos encontramos con el Señor y escuchamos su
invitación: “Sígueme”. Tal vez al inicio lo seguimos con vacilaciones, mirando
hacia atrás y preguntándonos si ese era realmente nuestro camino.
Tal vez en algún
punto del recorrido vivimos la misma experiencia de Pedro después de la pesca
milagrosa, es decir, nos hemos sentido sobrecogidos ante su grandeza, ante su
grandeza de la tarea y ante la insuficiencia de nuestra pobre persona, hasta el
punto de querer dar marcha atrás: “Aléjate de mí, Señor, que soy un pobre
pecador”. Pero luego Él, con gran bondad, nos toma de la mano, nos atrajo hacia
sí y nos dijo: “No temas. Yo estoy contigo. No te abandono. Y tú no me
abandones a mí”.
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