Carta Encíclica |
Por lo que se deduce de la Familiaris consortio,
Juan Pablo II, concibe la libertad como la capacidad de realizar la
verdad del proyecto de Dios. “La libertad se concibe con frecuencia, no
como capacidad de realizar la verdad del proyecto de Dios, sino como una fuerza
autónoma de autoafirmación, no raramente contra los demás, en orden al propio
bienestar egoísta”. (FC 6) “Ser libre quiere decir realizar los frutos de la
verdad, actuar en la verdad. Ser libre quiere decir también saber rendirse,
someterse a sí mismo a la verdad, y no someter la verdad a sí mismos, a las
propias veleidades, a los propios intereses, a las propias coyunturas”.
Juan Pablo II, comentando Juan 8, 32
enseña que la verdad es el fundamento esencial de la libertad. Citando GS, 17
recalca que la verdad es esencial al hombre y es la razón de su dignidad, de
aquí se deduce que la libertad no es un capricho sino la capacidad de realizar
y de realizarse en al vocación, vocación a la visión bienaventurada. Juan Pablo
II enseña: “libertad no significa capricho. El hombre no puede hacer todo lo
que puede o le agrada. No hay libertad sin lazos. El hombre es responsable de
sí mismo, de los otros hombres y del mundo. Es responsable ante Dios”.
El hombre no pude ser auténticamente
libre más que a través del amor. El amor a Dios sobre todo y el amor a los
hombres: los hermanos, la personas cercanas, los compatriotas… esto es lo que precisamente nos enseña Cristo, que
nos amó hasta el fin”.
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