viernes, 14 de junio de 2013

LA EUCARISTÍA Y EL ENFERMO

El viático
La santa misa es la renovación del sacrificio de la Cruz y de la resurrección gloriosa de nuestro Redentor. Sacrificio perfecto, eterno en el cual Jesucristo es a la vez Sacerdote, Víctima y Altar.

El enfermo, por sus limitaciones, no puede asistir físicamente a la santa misa, aunque en muchos casos la sigue por televisión, no sin provecho. Pero el mismo sufrimiento y trance de muerte lo pone en estrecha participación del misterio pascual de Jesucristo, de su pasión y de su muerte, que se renueva constantemente en la misa.

Por la fe, iluminada por la palabra de Dios, descubre el enfermo que sus sufrimientos, como dice San Pablo, son parte integrante de los sufrimientos de Cristo: “Completo en mi carne lo que falta a los sufrimientos de Cristo”. Cristo sufre y muere en el enfermo y el enfermo sufre y muere en Cristo.


El enfermo y el anciano, además, reciben en la Comunión la fortaleza y el alimento espiritual que necesitaban en su camino al calvario. Aquí es muy oportuna la exhortación de la Introducción al Misal Romano: “Instrúyase diligentemente a los fieles sobre el hecho de que también cuando comulgan fuera de la misa se unen íntimamente con el sacrificio de la cruz y participan de los bienes del Sacrificio Pascual, que renueva la Nueva Alianza entre Dios y los hombres.

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