El viático |
La santa misa es la
renovación del sacrificio de la Cruz y de la resurrección gloriosa de nuestro
Redentor. Sacrificio perfecto, eterno en el cual Jesucristo es a la vez
Sacerdote, Víctima y Altar.
El enfermo, por sus
limitaciones, no puede asistir físicamente a la santa misa, aunque en muchos
casos la sigue por televisión, no sin provecho. Pero el mismo sufrimiento y
trance de muerte lo pone en estrecha participación del misterio pascual de
Jesucristo, de su pasión y de su muerte, que se renueva constantemente en la
misa.
Por la fe, iluminada por
la palabra de Dios, descubre el enfermo que sus sufrimientos, como dice San
Pablo, son parte integrante de los sufrimientos de Cristo: “Completo en mi
carne lo que falta a los sufrimientos de Cristo”. Cristo sufre y muere en el
enfermo y el enfermo sufre y muere en Cristo.
El enfermo y el anciano,
además, reciben en la Comunión la fortaleza y el alimento espiritual que
necesitaban en su camino al calvario. Aquí es muy oportuna la exhortación de la
Introducción al Misal Romano: “Instrúyase diligentemente a los fieles sobre el
hecho de que también cuando comulgan fuera de la misa se unen íntimamente con el sacrificio de la cruz y participan de los
bienes del Sacrificio Pascual, que renueva la Nueva Alianza entre Dios y los
hombres.
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