Los mandamientos |
Nuestro Señor Jesucristo ha enseñado que para salvarse es necesario
cumplir los mandamientos. Cuando el
joven rico le pregunta: “Maestro, ¿que he de hacer yo de bueno para conseguir
la vida eterna?” Jesús responde primero invocando la necesidad de reconocer a
Dios como el único Bueno, como el Bien por excelencia y como la fuente de todo
bien. Luego Jesús le declara: “Si
quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos”. Y cita a su interlocutor los preceptos que se
refieren al amor del prójimo: “No matarás, no cometerás adulterio, no robaras,
no levantarás testimonio falso, honra a tu padre y a tu madre”. Finalmente, Jesús resume estos mandamientos
de una manera positiva: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.
Los diez mandamientos enuncian las exigencias del amor de Dios y del
prójimo. Los tres primeros se refieren más explícitamente al amor de Dios y los
otros siete al amor del prójimo (Catecismo,
2067). Sin embargo, el Decálogo
forma una unidad indisociable. No se
puede honrar a otro hombre sin bendecir a Dios su Creador, ni se puede adorar a
Dios sin amar a todos los hombres que son sus criaturas (cfr. Catecismo,
2069).
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