Resentimiento |
El hombre que opta por la venganza debe cavar dos tumbas. Proverbio chino
Aunque justicia sea lo que reclamas, considera que a ninguno
de nosotros bastará la justicia para salvarse. Todos te suplicamos piedad, y es
la súplica misma la que nos enseña a practicar clemencia. William Shakespeare “el mercader de Venecia”, acto iv,
escena 1ª
El perdón es el camino hacia la paz y la felicidad. También
es un misterio, y a menos que lo busquemos, permanecerá oculto de nosotros.
En realidad, ¿qué significa el perdón? C. S. Lewis dice que
no se trata solamente de ecuanimidad humana, sino de excusar hasta lo
que no tiene disculpa. Y más aún. Cuando excusamos a alguien, hacemos caso
omiso de su error sin exigir pena ninguna. Cuando perdonamos, no solamente perdonamos
una falla o un pecado, sino que abrazamos al pecador y buscamos rehabilitarlo y
restaurarlo. Puede que no siempre sea aceptado el perdón ofrecido, pero una vez
extendida la mano, desaparecen los resentimientos.
Puede que siempre vamos a sentir una herida muy honda, pero
no usaremos el propio dolor para infligir más dolor a otros. Cuando revivimos
un recuerdo negativo, llevando cuenta de ofensas que se nos han causado, el
recuerdo se convierte en rencor. No importa si la causa del rencor es real o
imaginada, su veneno nos carcome poco a poco hasta que se derrama y corroe todo
lo que nos rodea.
Todos hemos conocido a personas amargadas. Tienen una
memoria extraordinaria para los más insignificantes detalles, se consumen en quejarse
y se ahogan en resentimientos. Llevan cuenta minuciosa de las ofensas sufridas,
y siempre están listos para demostrar a los demás cuánto han sido ofendidos.
Por fuera aparentan tranquilos y serenos, pero por dentro revientan de su odio reprimido. Estas
personas constantemente defienden su indignación. Sienten que el hecho de haber
sido heridas tan profunda y frecuentemente les exime de la obligación de
perdonar. Pero son precisamente estas personas las que más necesitan perdonar.
A veces tienen el corazón tan lleno de rencor que ya no hay capacidad para
amar.
La amargura no es sólo una perspectiva negativa de la vida
es un pecado. El aferrarse a rencores contra otra persona tiene un efecto desastroso
para el alma. Abre las puertas al mal y nos deja vulnerables a pensamientos homicidas. Además le quita todo el poder a la
oración. Por eso es que Cristo nos ordena a resolver nuestras
diferencias con los demás antes de “presentar nuestra ofrenda al altar”. Podemos
orar el día entero, pero si guardamos rencores la puerta de Dios
permanecerá cerrada. La amargura destruye el alma y es capaz de destruir
el cuerpo también.
Las heridas que causa el abuso sexual llevan años en sanar;
en muchos casos dejan cicatrices permanentes. Sin embargo, no es
inevitable que resulten en una vida atormentada o en el suicidio. Pero sí
significa que se debe tomar una decisión consciente de dejar de odiar, porque
el odio no ayuda nunca. Como un cáncer, el odio se extiende a través del alma
hasta destruirla por completo.
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