Gonzalo de Villa |
El 192 aniversario de la
independencia es una ocasión propicia para reflexionar. Los desfiles, las
bandas, los discursos y las miles de carreras atravesando el país en todas las
direcciones con antorchas expresan alegría, emoción y, de alguna manera,
compromiso con la idea no solo de celebrar algo ocurrido hace 192 años, sino de
comprometerse en el presente con la noción de patria. Pero en sí mismas, todas
estas actividades nos invitan necesariamente a la reflexión.
En la brevedad de un
artículo quiero contribuir a expresar una idea que es un parámetro
indispensable para la medición de lo que hoy es Guatemala como patria para
todos los guatemaltecos. La idea la tomo —no es extraño que lo haga un obispo
católico— de la Doctrina Social de la Iglesia. En ella encontramos que el
elemento primero en la Constitución y existencia de una sociedad políticamente
organizada es la defensa y promoción del bien común.
Ello quedó recogido en
nuestra Constitución vigente como lo estuvo también en anteriores
constituciones. Si bien otros contribuyeron a que el texto constitucional
recogiera esta idea, quiero yo el día de hoy rendir tributo a uno de los más
grandes patriotas y más grandes cristianos del siglo XX guatemalteco. Me
refiero a José García Bauer, constituyente en varias ocasiones y en todas,
incluida la última, defensor a ultranza de que la Constitución reflejara el
sentido cristiano de la gran mayoría de los guatemaltecos. Por ello el bien
común expresa, felizmente, tanto un precepto constitucional en afirmación
política primaria como un criterio cristiano básico como afirmación doctrinal
social.
El bien común es el norte
sobre el que medir la institucionalidad política del país, así como también a
la clase política. Fustigar a la clase política no requiere de calumnias o falsedades,
pero lo cierto es que sus miembros son un reflejo de la cultura política del
país. La pregunta sobre si el Congreso trabaja para el bien común o si el
Organismo Judicial tiene el bien común como fin último de sus acciones es una
pregunta pertinente que busca no descalificar pero sí ayudar a la reflexión de
todos.
La pregunta tiene aún
mayor sentido si se refiere al Ejecutivo, aunque en este caso la representación
sí corresponde a una elección directa hecha popularmente. No es el caso en el
Congreso, en que los diputados, tal y como la ley establece, son electos a
través de planchas partidarias. Pero sostener el dedo en la tecla de la
pregunta sobre el bien común como criterio de calificación de las actuaciones
públicas es el recuerdo de que a la patria se la sirve siempre y solo desde la
búsqueda honesta del bien común.
Todo ejercicio público o
privado que se aleje de esa búsqueda degrada la vida pública. Intereses
estrecha u oportunistamente partidistas o, todavía peor, intereses para medrar
individualmente se vuelven un desprecio al sentido del bien común que la
Constitución establece y que compromete a todo servidor público de manera
particularmente directa. No lo olvidemos.
Éste artículo fue escrito por nuestro Obispo Gonzalo de Villa, Diócesis de Sololá-Chimaltenango. Prensa Libre (Rerum Novarum)
Esperamos la siguiente columna de nuestro Obispo Monseñor Gonzalo de Villa y Vásquez
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