jueves, 17 de julio de 2014

RETO PARA LOS NOVIOS: DÉJATE CONOCER SIN QUITARTE LA ROPA ( I PARTE)

Formarnos para no cometer el error

El verdadero conocimiento de lo que la otra persona es debe conducir al reconocimiento de su valor en sí misma, de su dignidad, de su sacralidad y de ser don para quien ha de constituirse en cónyuge para siempre.

Existen diferentes tipos de conocimiento. Uno de ellos es el que deriva del poder descubrir al otro como alguien semejante a uno mismo y que nos lleva a tratarle del mismo modo como nos gustaría, con dignidad. Este conocimiento intuitivo es el que nos permite  vencer prejuicios raciales, étnicos, culturales, etc.

Sólo posteriormente, este mismo hombre, dice la Sagrada Escritura,  “conoció” a su mujer  Eva la cual quedó embarazada y dio a luz a su hijo Caín (Gn. 4,1). Con esto nos vamos dando cuenta que de “conocer” como reconocer y “conocer” como encontrar hay una diferencia abismal que ha querido ser rellenada por el pensamiento contemporáneo  dándole al término una peligrosa reducción que hace que las relaciones humanas, especialmente las de pareja, vayan al traste por querer saltarse los procesos de interacción personal.


Pensemos en lo siguiente: si una pareja de novios se conceden el equivocado derecho a sostener relaciones sexuales como preámbulo al verdadero conocimiento, corren el peligro de limitar las posibilidades de poder saber realmente ante quien se encuentran; esto porque el sexo, lo he afirmado en otros momentos,  tiene capacidad para devaluar  a la otra persona haciendo que el lente por el que se le mira y evalúa sea el eminentemente erótico-sexual. Dicho de otra manera: al quitarse la ropa sin haberse tomado el tiempo para el reconocimiento de la dignidad propia y ajena, al otro se le cosifica (se le convierte en  una cosa) y se le considera peligrosamente como una fuente de placer y no alguien digno de ser amado por sí mismo. De este modo el sexo se vuelve un fin en sí mismo y se cree que el ejercicio óptimo de la genitalidad es referente exclusivo para la elección esponsal. Texto Orgiginal, Aleteia.org

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