El peligro de la desnudez física consiste
en el arropamiento moral y humano, es decir, ya no importará mucho con quien se
tiene relaciones sexuales sino quién es capaz de otorgar más placer venéreo. La
bondad pasa a un segundo plano pues lo ético deja su espacio a lo estético.
Al colocar la cama (entiéndase sexo) sobre la base de la relación y no
como cúspide de ella (entiéndase amor esponsal) lleva a que las emociones
primen sobre las razones y que se considere a la otra persona como un medio
para alcanzar un fin que no es otra cosa que la fruición o el deleite que
proporciona.
La verdadera desnudez no es la que se da
mediante el despojo de la ropa, sino la que nos lleva a ser y no
simplemente parecer ante los demás; aquella que nos permite una comunión
afectiva aun en medio de las miserias de las que estamos revestidos. Para que
esa otra pueda y deba darse, es necesario haber conocido mucho a quien Dios nos
ha puesto delante y no dejar que pretenda entrar al corazón por el lugar
equivocado.
Para que esto pueda darse, la naturaleza, la costumbre, las leyes de Dios han establecido un tiempo en el que “con ropa” los futuros esposos puedan llegar a saber realmente con quienes quieren compartir sus vidas y no tengan que lamentar el hecho de descubrir que vestidos no soportan a quienes desnudos les desquician. Texto original Aleteia.org
Para que esto pueda darse, la naturaleza, la costumbre, las leyes de Dios han establecido un tiempo en el que “con ropa” los futuros esposos puedan llegar a saber realmente con quienes quieren compartir sus vidas y no tengan que lamentar el hecho de descubrir que vestidos no soportan a quienes desnudos les desquician. Texto original Aleteia.org
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