jueves, 21 de agosto de 2014

QUE ENTIENDE UN JOVEN POR CELIBATO; ¿ES SOLO PARA LOS SACERDOTES'


Hace unos días un joven se detuvo a saludarme y con una pequeña inquietud, los buenos deseos no cabe duda que siempre existe, pero las renuncias muchas veces es el gran factor del llamamiento. Una de tantas preguntas de este muchacho era el tema del celibato, intenté de explicarlo y al parecer ya optó otro modo de santificar su vida, es decir en la vida matrimonial. Que alegría él porque el matrimonio también es una vocación que te conduce a la santidad. Veamos un poco lo que es el celibato para aquellos que lo preguntan.

El celibato es un don, una propuesta y una tarea. Quien lo recibe no está exento de lucha para mantenerse fiel a ese carisma a lo largo de su vida. Así lo explica la Exhortación postsinodal Pastores Babo vobis: «Puesto que el carisma del celibato, aun cuando es auténtico y probado, deja intactas las inclinaciones de la afectividad y los impulsos del instinto, los candidatos al sacerdocio necesitan una madurez afectiva que capacite a la prudencia, a la renuncia a todo lo que la pueda poner en peligro, a la vigilancia sobre el cuerpo y el espíritu, a la estima y respeto en las relaciones interpersonales con hombres y mujeres». Aquí entra la virtud de la castidad, que «viene a ser como un aprendizaje en el dominio de sí»

Si todos los bautizados están llamados a una vida casta según su estado de vida particular, los que renuncian al matrimonio propter rcgncun coelorurn, lo viven con un corazón indiviso para dedicarse fácilmente a Dios y a sus hermanos. «La madurez afectiva de los que viven el celibato supone ser conscientes del puesto central del amor en la existencia humana». Dios es amor y vive en sí mismo un misterio de comunión personal de amor. Con la Creación, ha inscrito en la humanidad del hombre y de la mujer la vocación, y consibuientementc, la capacidad y la responsabilidad del amor y de la comunión.


Por eso, la madurez afectiva ha de saber incluir dentro de las relaciones humanas de serena amistad y profunda fraternidad, un gran amor, vivo y personal, a Jesucristo. Lo cual exige, como veremos más adelante, la guarda del corazón y de los sentidos. Pero antes hemos de analizar el importante papel que desempeña la afectividad en la vida de la persona célibe.

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