sábado, 18 de junio de 2016

¿QUIÉN ES JESÚS PARA TI?


En el Evangelio de este domingo, el Señor pregunta a sus discípulos: «Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?». A esta pregunta el apóstol Pedro responde prontamente: «Tú eres el Cristo de Dios, el Mesías de Dios», superando así todas las opiniones terrenas que consideraban a Jesús como uno de los profetas.

Según san Ambrosio, con esta profesión de fe, Pedro «abrazó todas las cosas juntas, porque expresó la naturaleza y el nombre» del Mesías. Y Jesús, ante esta profesión de fe renueva a Pedro y a los demás discípulos la invitación a seguirlo por el camino arduo del amor hasta la cruz. También a nosotros, que podemos conocer al Señor mediante la fe en su Palabra y en los sacramentos, Jesús nos propone que lo sigamos cada día y también a nosotros nos recuerda que para ser sus discípulos es necesario adueñarse del poder de su cruz, vértice de nuestros bienes y corona de nuestra esperanza.

San Máximo el Confesor observa que «el signo distintivo del poder de nuestro Señor Jesucristo es la cruz, que él cargó sobre sus hombros». De hecho, «decía a todos: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame”».

Tomar la cruz significa comprometerse para vencer el pecado que obstaculiza el camino hacia Dios, aceptar diariamente la voluntad del Señor, aumentar la fe sobre todo ante los problemas, las dificultades y el sufrimiento. La santa Edith Stein nos lo testimonió en un tiempo de persecución. En 1938 escribió lo siguiente desde el carmelo de Colonia: «Hoy comprendo… lo que quiere decir ser esposa del Señor en el signo de la cruz, aunque no se comprenderá nunca totalmente, puesto que es un misterio… Cuanto más densa es la oscuridad a nuestro alrededor, más debemos abrir el corazón a la luz que viene de lo alto».

También en la época actual son muchos los cristianos en el mundo que, animados por el amor a Dios, toman cada día la cruz, tanto la de las pruebas cotidianas, que a veces requiere la valentía del sacrificio extremo. Que el Señor nos conceda a cada uno poner siempre nuestra sólida esperanza en él, con la seguridad de que, al seguirlo llevando nuestra cruz, llegaremos con él a la luz de la Resurrección.

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