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Cantando, en el rezo del Santo Rosario |
No podemos dar por hecho que nosotros, los sacerdotes, experimentemos
cotidianamente la misericordia de Dios, la misericordia gratuita de Dios.
Muchos de nosotros establecemos, más o menos a menudo, relaciones con Dios que
no están marcadas por la misericordia, que se parecen más a un “comercio”, en
el que las personas nos ganamos la misericordia divina, bien con nuestra
rectitud moral, bien con nuestros compromisos sociales. La herejía pelagiana se
nos cuela por los pliegues del orgullo, hasta llegar al corazón y cerrarlo a la
posibilidad de acoger la misericordia gratuita de Dios.
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En el retiro de hoy |
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