Encontramos alegría al
perdonar porque al hacerlo nos parecemos, un poco más, a Dios. El perdón es
beneficioso para las dos partes: quien perdona es feliz porque concede un don
precioso; el que es perdonado se alegra porque es aceptado de nuevo, y así
repara la afrenta.
Nuestra alegría se
alimenta de nobles y buenas acciones. Una de las más grande es perdonar.
«Señor,
me he dejado engañar, de mil maneras escapé de tu amor, pero aquí estoy otra
vez para renovar mi alianza (mi vida) contigo. Te necesito. Rescátame de nuevo,
Señor; acéptame una vez mas entre tus brazos redentores»
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Si te gustó el artículo, déjame tu comentario.