Es importante que nos detengamos, cómo
Moisés en su conversación con el Faraón, no presenta en modo alguno la
conquista de una tierra propia como objeto de su partida, sino la búsqueda de
un lugar apropiado para ofrecer sacrificios y adorar a Dios en la forma deseada
por El mismo.
La meta del Éxodo es, sobre todo y por
encima de cualquier otra consideración, el Sinaí, es decir: la Alianza con
Dios, de la que se desprende la Ley para Israel. La meta es encontrar un
derecho que proporcione justicia y de esta forma poder establecer las justas
relaciones entre lo hombres y con la creación entera, estas relaciones, que
constituyen la justicia y por eso la libertad para el hombre, dependen de la
Alianza, forman la misma Alianza, es decir, no pueden ser ni intelectual ni
formalmente elaboradas sólo por el hombre, sino depende de la relación
fundamental, de la relación a Dios, que ordena cualquier otra relación.
Sin duda se puede asegurar que la meta
del Éxodo fue, por consiguiente, la libertad, pero podemos añadir que la forma
de la libertad es la Alianza y cuya forma de realización se desprende de la
ley, la cual describe la correcta relación de los hombres entre ellos mismos y
con Dios. Incluso, se podría decir que la finalidad del Éxodo fue el
transformar a Israel de un conglomerado de pueblos en un único Pueblo y concederle
como tal su libertad, su propia dignidad, y encomendarle la misión que le
corresponde en la historia. Pero al mismo tiempo hay que considerar que un
conjunto de hombres se constituye en pueblo precisamente por un derecho común y
que el hombre no vive dentro de la ley si frente a Dios permanece en una
relación de injusticia.
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