¿Por qué
confesarse?
Quien ha tenido la desgracia de pecar
gravemente, si quiere salvarse, no tiene más remedio que confesarse para que se
le perdonen sus pecados.
Es cierto que con el acto de perfecta
contrición, puede uno recobrar la gracia, pero para esto hay que tener, además,
el propósito firme de confesar después estos pecados, aunque estén ya
perdonados; pues Jesucristo ha querido someter al sacramento de la confesión
todos los pecados graves.
Por voluntad de Cristo, la Iglesia
posee el poder de perdonar los pecados de los bautizados, y ella lo ejerce de
modo habitual en el sacramento de la penitencia por medio de los obispos y de
los presbíteros.
Este sacramento se llama también de la Reconciliación, pues nos reconcilia con Dios y con la Comunidad Cristiana de la cual el pecador se separa vitalmente, al perder la gracia por el pecado grave.
Este sacramento se llama también de la Reconciliación, pues nos reconcilia con Dios y con la Comunidad Cristiana de la cual el pecador se separa vitalmente, al perder la gracia por el pecado grave.
El que se confiesa a menudo no es
porque tenga muchos pecados, sino para no tenerlos. El que se lava de tarde en
tarde, estará más sucio que el que se lava a menudo.
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