El viernes Santo es día de
penitencia obligatorio para toda la Iglesia y por tanto hay que guardar en este
día la abstinencia y el ayuno, y según la oportunidad también el
Sábado Santo hasta la Vigilia pascual. El ayuno de estos dos días es además de
penitencial, celebrativo, ritual, y contemplativo del misterio de la Cruz. Si
bien es personal es sobre todo comunitario: la comunidad ayuna en la espera de
su Señor Resucitado. Es toda la persona la que celebra la Pascua, no sólo la
mente y el espíritu sino también el cuerpo. No hay que olvidar que el ayuno
tiene en la espiritualidad cristiana un gran valor: en una sociedad marcada por
el consumismo y lo superfluo, es un medio para vivir la ascesis, el
autocontrol, el señorío de sí mismo, y para ver en los bienes de este mundo su
carácter perecedero y pasajero.
En Chimaltenango |
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